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Ni siquiera tuve el consuelo de hablar con el padre vicario, cuya conversación me es tan grata, ni de encerrarme dentro de mismo y fantasear y soñar, ni de admirar a mis solas la belleza del terreno que recorríamos. Doña Casilda es de una locuacidad abominable, y tuvimos que oírla.

Salvo la ligera mencion que les merece á Leon Pinelo y Nicolás Antonio, y esa de referencia á lo que dijo el dominico, el libro de Betánzos no vuelve á sonar hasta nuestros dias, citado dos ó tres veces, y no con distincion, por Prescott en su Conquista del Perú, entre los materiales de que se sirvió para recomponer ó fantasear el pasado de aquella vastísima monarquía.

No lo daré por muy seguro, porque no he llegado a enterarme bien y no gusto de fantasear, pero es posible que mientras yo he estado afanadísimo componiendo todas estas candideces e inocentadas, a fin de salir del paso, mis silfos hayan fundado nuevos imperios, creado constituciones, inventado filosofías y máquinas, y erigido monumentos, en su sentir, imperecederos.

El Rey, que alardeaba de literato, no le mandó retratar a los poetas que dieron gloria a su reinado, ni a Montalbán, ni a Salas Barbadillo, ni a Vélez de Guevara, ni a Rojas, ni a Moreto, ni a Tirso, ni a Calderón, ni a Lope, sino a sus bufones: y no hace falta fantasear para creer que los pintó con cierta dulce simpatía: eran sus compañeros, juntos figuraban en las nóminas de Palacio.

Sea como sea, con la muerte del Padre, de quien, salvo la tertulia, nadie hacía ya caso en Villafría, hubo en todo el lugar una recrudescencia de cariño y de entusiasmo hacia él. Se dieron a admirarle y a celebrarle mil veces más que en el día de su llegada. Por lo mismo que apenas le habían tratado, la imaginación vulgar pudo inventar y fantasear a su antojo. Se ponderaron sus virtudes.

Con los ojos muy abiertos quedóse mirando a la calle, como si buscase allí la solución a sus dudas, la respuesta a sus temores... Frente por frente de la suya estaba la gran casa del marqués de Riera, cerrada hacía tantos años, con ese aspecto de secreto, ese aire de misterio que parecen tomar los edificios abandonados por largo tiempo, haciendo fantasear a la imaginación detrás de sus muros recuerdos de crímenes y sombras de aparecidos.

De la combinación de estas cosas nace la belleza. Artista minucioso, dibujante seco y mezquino es el que imita sólo: autor de informes bosquejos el que sólo fantasea: la perfección estriba en fantasear y copiar a la vez. En la naturaleza está la beldad difusa, mezclada y en germen; está también como prurito, como anhelo de realizarse cada vez más limpia y completamente.

A esto se reducía todo el ornato del cementerio, mas no su vegetación, que por lo exuberante y viciosa ponía en el alma repugnancia y supersticioso pavor, induciendo a fantasear si en aquellas robustas ortigas, altas como la mitad de una persona, en aquella hierba crasa, en aquellos cardos vigorosos, cuyos pétalos ostentaban matices flavos de cirio, se habrían encarnado, por misteriosa transmigración, las almas, vegetativas también en cierto modo, de los que allí dormían para siempre, sin haber vivido, sin haber amado, sin haber palpitado jamás por ninguna idea elevada, generosa, puramente espiritual y abstracta, de las que agitan la conciencia del pensador y del artista.

El Ecuador, con sus calores irresistibles, era «el gladio o cuchillo ígneo versátil» que había puesto Dios entre los hombres y el Paraíso para que ninguno de los hijos de Adán pudiese volver a él. Los poetas de la antigüedad y los Padres de la Iglesia acordábanse maravillosamente al fantasear sobre esta parte del mundo absolutamente ignorada.

Y sin embargo, me río de mis tonterías juveniles, de mis locuras de enamorado, de aquel fantasear de mi mente que malogró en fuerzas y energías que debieron ser útiles a los demás. Pero no me burlo de mis ensueños juveniles impunemente; cuando me río de ellos me duele el corazón.