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Miquis lo conocía y le pasaba la miel por los labios, contándole cosas estupendas, algunas de ellas falsas, y describiéndole aquellos apartados mundos donde ella no podía penetrar sino con la fantasía, mejor aún, con su ferviente anhelo. «Hace pocas noches le dijo comí en casa de la duquesa con tu Pez. Parece que se va a nadar a la Habana, porque aquí se queda en seco.

El Sr. Gayangos en sus apéndices al tomo 2.º extracta de otra obra histórica una tradicion novelesca y entretenida sobre el motivo que movió á Abde-r-rahman á desconfiar de las falsas promesas de paz de los de la bandera negra, y de esta hemos tomado pié para escribir lo que sigue, si bien suponiendo que el amigo que le sale al camino al futuro rey de Andalucía es el mismo ángel Azazil.

El único balcón en que se veía luz era el de la señora Chermidy, que estaba en el piso bajo: Mantoux comprendió que le esperaban. Sacó un manojo de llaves falsas que había envuelto en un trapo para que no hiciesen ruido, pero no tuvo tiempo de emplearlas. La señora Chermidy le abrió la puerta. Habla en voz baja dijo . Le Tas acaba de dormirse.

«Yo no prosiguió la marquesa con frialdad cómo ha llegado usted a adquirir ese absurdo convencimiento; no , ni quiero saberlo, por qué serie de circunstancias, de qui pro quo y de falsas apariencias, ha llegado usted a creerse nacida de mi desgraciada hija.

La mujer nombró á la esposa de Torrebianca, diciendo luego á su acompañante: Fíjese en sus joyas magníficas. Bien se conoce que á ella y al marido les ha costado poco trabajo el adquirirlas. Todos saben que las pagó un banquero. El hombre se creía mejor enterado. A me han dicho que esas joyas son falsas, tan falsas como las de nuestra poética condesa.

Bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha: no el falso, no el ficticio, no el apócrifo que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal y el fiel que nos describió Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores.

El seductor se cansa pronto de la víctima, y se dispone á faltar á sus falsas promesas; en el viaje marítimo, que para realizarlas emprenden ambos á Valencia, domicilio del libertino, abandona á la desdichada en una roca desierta, después de darle una bebida soporífera. Al despertar se encuentra sola en medio del mar, conoce el engaño y su sacrificio, y se desespera sin consuelo.

Lo expuesto prueba suficientemente la verdad innegable, de que, muchas de las obras maestras más importantes de la poesía y del arte, no hubiesen podido existir si sus autores hubiesen adoptado las falsas ideas sobre originalidad, hoy predominantes.

Y había hecho eso sencillamente, sin cuidarse de las falsas interpretaciones ni de los comentarios injuriosos que pudiera provocar su conducta, y era tal la fuerza de aquella apacible virtud y de aquella incomparable dignidad, que en el círculo estrecho y malévolo de las comadres de provincia, ni una palabra, ni una insinuación la habían rozado. ¡Había sido preciso que fuese Raúl!... El... ¡Oh!.

Al entrar en el comedor, Maltrana se vio saludado por sus compañeros de mesa con guiños maliciosos. El viejo doctor Rubau, siempre de negro, parecía compadecerse, con un gesto de cansancio, de las falsas ilusiones de la vida. «¡Ah, juventud, juventud!...» No le habían dejado dormir tranquilamente gran parte de la noche.