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Acerca de los inconvenientes prácticos del sistema parlamentario estaban muy de acuerdo la yegua y la borrica que, con un caballo recio y joven nuevamente adquirido por el mayordomo para su uso privado, completaban las caballerizas de los Pazos de Ulloa. ¡Buenas cosas pensaban ellos de las elecciones allá en su mente asnal y rocinesca, mientras jadeaban exánimes de tanto trotar, y humeaba todo su pobre cuerpo bañado en sudor!

De repente, en el círculo terrible, hacha en mano un mancebo se presenta, que ante su paso arrolla á los cristianos y á sus plantas exánimes los deja, cual en las mieses la segur metiendo el campesino infatigable siega.

Dijeron que, unas dos millas más abajo, habían recogido un hombre y una criatura medio exánimes. Quizá algunos los conocería si pertenecían al campamento. Una sola mirada les bastó para reconocer a León, tendido y magullado cruelmente, pero teniendo todavía en los brazos a La Suerte de Campo Rodrigo. Al inclinarse sobre la pareja extrañamente junta, vieron que la criatura estaba fría y sin pulso.

Asiólo con fuerza, incapaz de seguir nadando un momento más, pero sin soltar á Tránter. Los escuderos los sacaron del agua en un tris, depositándolos casi exánimes sobre la hierba. Tránter, que no había luchado como su adversario contra la impetuosa corriente, fué el primero en salir de aquel letargo.

Luego salta otra, luego otra y otra hasta que todas se tienden exánimes pero risueñas, reflejando en sus mejillas sudorosas y en sus ojos entornados la dulce alegría que se escapa de un pecho inocente.

Los cuernos del toro no llegaban nunca a enganchar a los jinetes; pero ciertos picadores, al quedar en el suelo, permanecían exánimes, y un grupo de servidores de la plaza tenía que cargar con su cuerpo, llevándolo a la enfermería para que le curasen una fractura de hueso o lo reanimaran de su conmoción, que tenía el aspecto de la muerte.

La segunda versión, más trágica y animada que ésta, es la que figura en Recuerdos y Bellezas de España, y dice del siguiente modo: «Sobre un lance del juego de pelota trabaron contienda dos hermanos de la familia de Enríquez de Sevilla con otros dos de la de Manzano : aquéllos sucumbieron en la atroz refriega, y fueron llevados exánimes á la casa de su madre.

Subieron por ella ayudándose con pies y manos hasta ponerse en lo más alto, y se dejaron caer exánimes de fatiga sobre el rústico diván, que crujió y se hundió suavemente bajo su peso. Andrés apartó las yerbas que le cubrían la cara y miró por la ventana. Rosa hizo lo mismo. Esperaron.