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Lo que se ha dicho de la vista puede aplicarse á todas las sensaciones; ¿hasta qué punto será valedero pues el testimonio del sentido comun en cuanto nos lleva á objetivar la sensacion? hélo aquí. Para las necesidades de la vida es necesaria la seguridad de que á las sensaciones les corresponden objetos externos; á esto asentimos con impulso irresistible, todos los hombres, sin distincion alguna.

El ser infinito nos seria dado en intuicion, como se nos dan los hechos de nuestra propia conciencia: el conocimiento que de él tendríamos seria de un objeto eminentemente incomunicable como predicado, á cualquier órden de cosas finitas; y cuando se nos preguntase si la idea de esa infinidad es aplicable á un número ó á una extension, veríamos una contradiccion tan manifiesta como si nos propusiéramos identificar un acto de nuestra conciencia con los objetos externos.

La impresión que estos letargos dejan suele ser más honda que la que nos queda de muchos fenómenos externos y apreciados por los sentidos.

Esto manifiesta que las facultades sensitivas son el último grado en el órden de la percepcion; pues que sus funciones se limitan á indicar al ser que las posee, cierta disposicion de los objetos externos, sin enseñarle nada sobre la naturaleza de los mismos.

Un ciego de nacimiento no tiene intuicion de los colores, ni de nada que se refiera al sentido de la vista, pero está seguro de que existen unos hechos externos, que corresponden á una afeccion interna que se llama ver. Su idea es incompleta, pero encierra un objeto determinado.

Excepto la unidad de la conciencia, nada encontramos en nosotros que sea uno: muchedumbre de ideas, de percepciones, de juicios, de actos de voluntad, de impresiones las mas varias; esto es lo que sentimos en nosotros; multitud en los seres que nos rodean ó si se quiere en las apariencias; esto es lo que experimentamos con relacion á los objetos externos. ¿Dónde están pues la unidad y la identidad, si no se las encuentra ni en nosotros, ni fuera de nosotros?

La imaginacion era una potencia, que si bien se elevaba un tanto sobre los sentidos externos, no contenia otra cosa que especies del órden sensible, aunque sujetas á las condiciones que necesitaba dicha facultad. Estas especies eran las formas que ponian en acto á la potencia imaginativa, que sin ellas no podia ejercer sus funciones.

Con todas aquellas prendas no tiene el Predicador otra habilidad, que la de embelesar á necios, porque todas no hacen mas que hinchar la fantasía, y halagar los sentidos con bellas apariencias. Tan acertado es aquel juicio, como el que hiciera un hombre si viese á una mona con manillas, perlas, afeytes, y otros adornos externos, y la tuviera por hermosa.

Por último, y como acontece en un gran número de sus comedias, cuando la vida en las circunstancias externas, que la constituyen, no es el objeto del poeta, sino que intenta representarla en todas las relaciones y alternativas, que pueden ofrecerse, empleando así las determinaciones internas como los sucesos externos, desenvuelve Lope su talento eminente para la característica, un profundo conocimiento de los hombres, y una singular penetración para comprender las pasiones con sus causas y con sus efectos.

Los agentes externos consiguen tener en suspenso por algún tiempo sus funciones biológicas, pero al cabo el grano logra germinar, hunde sus raíces en la tierra y alza al aire su tallo. ¿Por qué? Porque viene provisto de armas para la lucha por la existencia... Tal es la historia de mi vida.