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A media tarde quedó terminado el vestido. La noticia había circulado por la capital, y más allá de la línea de soldados se fué extendiendo una muchedumbre de curiosos.

Un hilo de agua que cayó del techo sobre su cabeza, obligole a apartarse de allí. El viento entraba por distintos lados formando pequeñas tempestades que arrebataron de la silla el papel en que Navarro trazaba sus garabatos, llevándolo al otro extremo de la titulada habitación. ¡Mi plano...! dijo Carlos extendiendo su brazo. Salvador se lo alcanzó.

Primero era una estrella, después una luna, después un sol enorme que se iba extendiendo y adquiría al mismo tiempo un vivo color rojo. Aquel sol crecía, crecía constantemente. Su disco inmenso de color de sangre tapaba la mitad de la bóveda; después, cubrió las dos terceras partes; por último la llenó toda. Don Roque quedó un instante deslumbrado. De repente no vió nada.

Y cayó Juanito debajo de la mesa. A todos había indignado su discurso, menos a Mesía que extendiendo su mano hacia él, exclamó: ¡Perdonadle... porque ha bebido mucho! Ese Juanito decía el coronel a don Frutos el americano me parece un gran pedante. Es un hambriento con más orgullo que don Rodrigo en la horca. Se habló de religión otra vez.

Una exclamación de entusiasmo acogió la abnegación del héroe, y el rector, extendiendo la mano con ademán imponente, dijo muy grave: Usted, señor abogado de causas perdidas, se irá al campo ahora mismo... y esos siete señores se quitarán al momento de mi vista...

Comenzaba á despuntar la aurora, extendiendo su vaga claridad sobre las cimas escarpadas y cubiertas de manchas de nieve de la Sierra de Guadarrama, cuando me llamaron á tomar asiento en la diligencia que debia conducirme á Valladolid.

Ni sobre tu palabra, ni sobre tu dinero, grandísimo trasto.... Me voy, me voy añadió con un gesto de mimo, levantándose y corriendo a mirar la hora al reloj de la chimenea . ¡Uf, qué tarde!... Adiós, chiquillo. Y se precipitó a la puerta extendiendo la mano a su amante sin mirarle. Este no pudo besarle más que la punta de los dedos.

Elena al ver al bandido dio un grito penetrante y extendiendo las manos exclamó: ¡Oh por Dios! ¡Por Dios no me secuestre usted...! Ya le daremos todo el dinero que quiera... Déjeme ir a casa... Le traeré todas mis joyas... Déjeme usted por Dios. Clara al oír el grito de su cuñada había corrido hacia el sitio y al encontrarse con el bandido se encaró intrépidamente con él.

En el primero de aquellos años el vice-almirante Villegagnon estableció una colonia de hugonotes franceses en una isla de la bahía de Rio de Janeiro, isla que hoy lleva su nombre, y en la que permaneció hasta el año de 1560. Los holandeses tomaron posesión en el año de 1631 de Pernambuco y fueron extendiendo gradualmente su poder sobre una considerable porción del Brasil.

¡Bendita sea! dijo el célebre torero, tirando al suelo y extendiendo la capa, para que sirviese de alfombra a María ; ¡bendita sea esa garganta de cristal, capaz de hacer morir de envidia a todos los ruiseñores del mes de mayo! Y esos ojos añadió otro que hieren a más cristianos que todos los puñales de Albacete. María pasó tan impávida y desdeñosa como siempre.