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Continuaba el registro al son de la música. El Capellanet seguía a la pareja en sus evoluciones, plantándose siempre ante el guardia viejo con las manos en la faja, mirándole tenazmente con una expresión entre amenazadora y suplicante. El guardia parecía no verle, buscaba a los otros, pero a poco volvía a tropezarse con el muchacho, que le cerraba el paso.

Basilio se entremeció. Aquel era el mismo desconocido que trece años antes había cavado allí la fosa de su madre, sólo que ahora había envejecido, sus cabellos se habían vuelto blancos y usaba bigote y barba, pero la mirada era la misma, la misma expresion amarga, la misma nube en la frente, los mismos brazos musculosos, algo más secos ahora, la misma energía iracunda.

Para obtener tan elevadísimos grados de selección, el comediante no sólo habrá de pulir su espíritu, sino también educar su rostro, su voz y sus ademanes, de suerte que todo ello, en un preciso momento, vibre al servicio de la misma expresión.

De todos modos tenía ganas de verte. Marta calló y siguió su tarea poniendo en torno de la rosa y apoyados en las hojas de malva tres pensamientos obscuros. Ricardo había cambiado también un poco desde la última vez que le vimos. Su rostro estaba levemente descaecido, y a la ordinaria expresión de alegría había sucedido otra como de fatiga, que a veces rayaba en triste y amarga.

Y mirome a la cara con esa franca y serena mirada de sus espléndidos ojos, en los cuales se reflejaba una expresión llena de asombro, casi como los de una criatura. Su carácter era extrañamente complejo.

A la luz del día parecíame su traza muy otra de lo que me había parecido a la luz artificial. El blanco y fino cutis de su cara tenía un matiz azulado, y había en sus ojos y en su boca una muy marcada expresión de anhelo. Sin embargo, su «humor» era el de siempre; y si era disimulo de lo contrario, no se le conocía. Se admiró de hallarme levantado tan temprano.

Y he observado que cuando elogian el ingenio, la gracia, la belleza, la elegancia o cualquier otra cualidad física o moral, lo hacen sin mayor calor. En cambio, cuando dicen: «mi mujer es una pastaflora», dan a su expresión un tono de íntima ternura que revela cuánto impresiona a su espíritu esta cualidad femenina.

¡Que vengan! dijo con una expresión trágica . ¡Me encontrarán en mi sitio!... Su sitio era el estudio. Quería ver las cosas de cerca para relatarlas á las generaciones venideras. Se mantendría firme, con sus provisiones de comestibles y vinos.

Y al terminar sus obras de caridad, lavadas sus hermosas manos, enjutos sus ojos de las lágrimas vertidas por males ajenos, cambiando su vestido de seda gris por otro elegante y sencillo, volvía otra vez entre la sociedad, suelto el espíritu, abierto el corazón, con la graciosa expresión de la dama discreta y sociable, animando las conversaciones, expansionando el corazón ajeno, llevándose con su serenidad las penas y sinsabores de las almas, como se lleva el viento tibio de la primavera entre sus torbellinos, las hojas secas de la noche para dejar en libertad de abrirse a los botones de las nuevas flores.

Allí se detuvo y volvió la vista atrás y contempló con semblante risueño a su confesor, que venía tomando precauciones, apoyando con cuidado el pie en los sitios más secos. Tenía el rostro encendido por la carrera, los cabellos revueltos y sus grandes ojos negros brillaban con expresión de vivo placer. ¡Ande usted, cobarde! ¿Tiene miedo a morirse por los pies?