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Afirmo dijo Lacour que al encontrar en la calle uno de estos atados lo habría creído procedente del bolso de una dama ó un olvido de dependiente de perfumería... todo, menos un explosivo. ¡Y con esto, que parece fabricado para los labios, puede volarse un edificio!... Siguieron su camino. En lo más alto de la montaña vieron un torreón algo desmoronado. Era el puesto más peligroso.

Otro uso del nitrato es en la manufactura del ácido nítrico y últimamente de varias clases de explosivos, de modo que no es difícil que la misma substancia enterrada en el suelo de Chile se lleve al extranjero, se transforme en explosivo poderoso, se devuelva a las colinas áridas de esta parte de la América del Sur y, con su fuerza titánica recién adquirida, se emplee para desalojar otras acumulaciones en otros yacimientos no muy lejos de donde originó.

Toledo, impacientándose por la modestia del joven, explicaba sus heridas. Las tenía de todas las épocas. Unas eran de combatiente moderno, producidas por cascos de proyectil explosivo, por balas de fusil de repetición, y hasta aquella tos que cortaba de vez en cuando sus palabras la debía á los gases asfixiantes.

En la superficie de la tierra se halla la chuca, que no es más que detritus inútiles. Debajo de la chuca está la costra, una masa más dura y más antigua, pero de muy poco valor. Después sigue el caliche, el verdadero nitrato de sodio, y al fin el estrato de roca, que se llama gova. Para obtener el nitrato se hace un barreno, en el que se mete dinamita u otro poderoso explosivo, y se le vuela.

El aire se caldeaba con olores acres, punzantes, bestialmente embriagadores. Los perfumes del explosivo llegaban hasta el cerebro por la boca, por las orejas, por los ojos. Experimentaron el mismo enardecimiento de los directores de las piezas, que gritaban y braceaban en medio del trueno. Las cápsulas vacías iban formando una capa espesa detrás de los cañones. ¡Fuego!... ¡siempre fuego!

Familiarizados con el explosivo, metíanse entre los grupos empujando para abrirse paso y ver al muerto. En medio del camino estaban inmóviles varias carretas con sus bueyes de raza vasca, pequeños, de patas finas, con una piel de carnero entre los cuernos adornando el yugo. Al llegar el doctor se abrió el compacto grupo, dejando ver un hombre tendido en la cuneta, con las ropas en desorden.