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Todos los Duponts habían ido añadiendo nuevas construcciones a la antigua bodega, conforme se agrandaban sus negocios, convirtiéndose a las tres generaciones, el primitivo y modesto cobertizo, en una ciudad industrial, sin humo, sin ruido, plácida y sonriente bajo el cielo azul cargado de luz, con las paredes de una blancura nítida y creciendo las flores entre los toneles alineados en las grandes explanadas.

El roble tallado y oscuro parecía reír con los temblones colores del rayo de sol. Montenegro siguió adelante. Las bodegas de Dupont formaban un escalonamiento de edificios. De unos a otros extendíanse las explanadas, y en ellas alineaban los arrumbadores las filas de toneles para que los caldease el sol.

A causa de la guerra, habían tenido que ensancharlo con varias mesetas formando escalinata, y desde estas explanadas se abarcaba un paisaje magnífico: Monte-Carlo y Mónaco á vista de pájaro, Cap-Martin avanzando sobre las olas, y el infinito del mar subiendo y subiendo, hasta confundirse con el cielo.

Y salió del escritorio para internarse en las bodegas, que formaban casi un pueblo, con su agitada población de arrumbadores, mozos de carga y toneleros, trabajando en las explanadas, al aire libre o en las galerías cubiertas, entre las filas de barricas. Las bodegas de Dupont ocupaban todo un barrio de Jerez.

Desde estas explanadas se ve una gran extensión de costa verde moteada de blanco por las «villas» y las poblaciones; los Alpes de color de rosa, los cabos de rocas purpúreas, el azul profundo y denso del Mediterráneo, el azul flúido y suave de un cielo sin nubes.

Veo aún las piedras de granito amontonadas en la orilla, el bosque de pinos reflejado sobre el agua rizada, los declives, las altas vertientes de los prados y, más lejos, las grandes explanadas donde empieza la curva oscilante de la cascada! ¡Os veo también, hermosos manantiales de los grandes ríos, que vais á perderos en el mar á cientos de kilómetros de vuestro origen! ¡Con sólo cerrar los ojos, mi pensamiento se transporta hacia un alegre torrente, al Vesubio, al Gordolarque, al susurrante Embalire, ó hacia cualquier otro sitio de la libre montaña!