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Méndez Núñez, Malcampo, Barcáiztegui, Apodaca, Madrazo, Ramos Izquierdo y otros bravos marinos que dieran á la patria días de gloria, son los encargados de mandar estas débiles embarcaciones, cuyos acerados cascos, dirigidos por manos expertas, dieran el golpe de gracia á la fiera chusma que durante tres siglos nos disputara el dominio de las Filipinas.

Es inaudito el número de mujeres desgraciadas en ese género de establecimientos de corrupción, y de expertas en la infamia que especulan con la dirección de esas casas, que son la ignominia de las sociedades europeas. Contáronme cosas qué me aterraron, y anécdotas respecto de personas de la alta sociedad que, al ser ciertas, darían una idea muy triste de la moralidad gaditana.

Necesitó el San Antonio largas horas y expertas maniobras para aproximarse a la fragata del «Papa». El pobre jabeque parecía un insecto al lado del gran navío, tripulado por la gente más brava y aventurera recogida en los muelles de Gibraltar: malteses, ingleses, romanos, venecianos, liorneses, sardos y raguseos. La primera andanada de los cañones del navío mata cinco hombres sobre la cubierta del jabeque, entre ellos el padre de Riquer.

Más adelante, al entrar en años, las muchachas de la Guardia y las del casco con aletas, como usted dice, se hacen prudentes y mesuradas, se casan y forman una familia. ¡Pero si usted viese lo que dan que hacer mientras tanto á sus coroneles y capitanes, personas expertas que han tenido hijos y conocen las exigencias de la vida!...

No pude menos de volverme ligeramente para contemplar el delicioso cuadro que mis falsas santas ofrecían a las miradas del prójimo... Tan ocupadas estaban con sus chismes y tan expertas eran en disimularlos, que no vieron mi movimiento y pude impregnar los ojos a mi gusto en su exquisita hipocresía. Sus palabras me llegaban ahora distintamente: ¿Quién se confiesa tan largamente? La de Bormel.

Se vendían en la gran ciudad los venenos consoladores profusamente, y las desesperadas, sin fuerzas para volver y sin esperanza en el porvenir, entregábanse a ellos, contrayendo horrorosas enfermedades. Las más expertas del grupo convenían en sus apreciaciones. Buenos Aires, una buena plaza de negocios para la que supiera guardar franca la salida. Una ratonera mortal para la que se quedaba dentro.

Muchas veces había hablado en los duelos, mereciendo la aprobación de los otros padrinos, viejos generales, gentes expertas, acostumbradas á tales actos. Pero la corta arenga de hoy iba á ser la mejor de sus obras. «Señores...», repitió. Vacilaba, no sabía qué añadir, todo se había borrado de su memoria.

De una casa de la misma calle, por un balcón abierto, salían las notas dulces, lánguidas, perezosas de un violín que tocaban manos expertas. Se trataba de motivos del tercer acto del Fausto. El Magistral no conocía la música, no podía asociarla a las escenas a que correspondía, pero comprendía que se hablaba de amor.

Las monjas estaban contentas de ellas, y aunque les agradaba ver tanta piedad, como personas expertas que eran y conocedoras de la juventud, vigilaban mucho a la pareja, cuidando de que nunca estuviese sola. Felisa y Belén, juntas todo el día, se separaban por las noches, pues sus dormitorios eran distintos.

Más alta que su esposo, tenía la mirada dominante y la robustez física que había hecho posibles las heróicas proezas de Agnes Dunbar, de las condesas de Salisbury y de Monfort y de otras damas inglesas que habían demostrado ser tan animosas como sus nobles maridos llegada la ocasión, y poco menos expertas que ellos en el manejo de la espada ó del hacha de combate.