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¿Hemos llegado? Estamos cerca. Fiant tenebræ dijo Quevedo cerrando la linterna. Ahora venid; venid tras de en silencio y veréis y oiréis. Zumbaba el viento, llovía, y el viento y la lluvia y la obscuridad de la noche protegían á los dos singulares expedicionarios. Marchaban entre un tejado y un almenar. De repente el bufón asió á Quevedo, y le volvió sobre su derecha.

Al entrar en la calle central vieron los expedicionarios aglomerados á casi todos los habitantes de la Presa. Los jinetes delanteros iban dando noticias al paso, y éstas se transmitían, de grupo á grupo, rápidamente. Todos celebraron la muerte de Manos Duras, como si con ella se viese libre el pueblo de una gran calamidad.

Los expedicionarios desembarcaron en la playa de Hamma. El comendador Febrer, con sus caballeros de Malta, marchaba a vanguardia, sosteniendo incesantes choques con los turcos. El ejército se apoderó de las alturas que rodean a Argel y comenzó el sitio. Entonces se cumplieron las predicciones de Doria. Sobrevino una horrible tempestad, con toda la violencia del invierno africano.

Lo que usted necesita es un buen fuego y un regular alimento, y de todo le proveeremos al punto, si Dios quiere. Conque, señores, vamos arriba, que de las cabalgaduras ya cuidará el mozo. Guió don Recaredo a los expedicionarios por una vieja, ancha y sucia escalera de pocos tramos, y llegaron a un gran pasadizo, cuyo tillado, carcomido a trechos, se cimbreaba al andar sobre él.

Acometidas súbito de una ráfaga de valor, casi todas las damas declararon que estaban dispuestas a bajar con sus compañeras. Fué necesario enviar inmediatamente a Villalegre por los impermeables. La jaula, movida por vapor, estaba preparada para recibir a los ilustres expedicionarios. Constaba de dos pisos, en cada uno de los cuales cabían ocho personas en pie.

Estas peripecias y otras análogas duraron tres días, hasta que, vueltos los expedicionarios al llano, encontraron una regular temperatura, mejores caminos y un sol radiante.

Me pareció aquella empresa harto más alta que la mía de la antevíspera, no sólo por la calidad del enemigo, sino por la grandeza de los fines, y pedí a la mujer gris algunos informes sobre la manera de llevarlo a cabo. Iban los expedicionarios provistos, ante todo, de «barajones», unas tablas con tres agujeros cada una, en los cuales se meten los tarugos de las abarcas.

Afortunadamente, la necesidad, que es ingeniosa de suyo, suplió por todo, y la robustez y el buen ánimo hicieron lo demás. Nuestra más cordial enhorabuena a los entusiastas expedicionarios del hermoso yacht

Alentada por tan lisonjera esperanza, hízose á la vela para aquellas regiones una flota de dieciséis buques de alto bordo, llevando en calidad de voluntarios á los hijos de las más nobles familias de Inglaterra. Todos se disputaban el privilegio de partir para ese Eldorado polar, y los expedicionarios sólo encontraron la muerte, el hambre, murallas de hielo. Pero á nadie descorazonó tal desastre.

Era el 10 de abril, día glorioso dos veces en los anales de la historia cubana, cuando se echaron al mar esos hombres magníficos; y el 11, a pocas millas de la costa, detiene el vapor que los conducía su marcha, bajan la escala, echan al agua uno de sus botes y en él se instalan los seis expedicionarios «con gran carga de parque y un saco con queso y galletas». Y a las seis horas de remar, bajo un cielo negro y tenebroso, arrullado por olas alborotadas, caen sigilosos sobre la costa de Cuba, llenos de una dicha superior al peligro que habían corrido y que habían de correr.