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Poco a poco, sin embargo, su rostro tomó una expresión compasiva. La desesperación de Marta hacía más fuerza en él que sus recursos más hábiles. Está bien dijo al fin , os daré la prueba de confianza que me exigís. ¡Ah! ¡si supierais lo que me pedís! Dichas estas palabras, se adelantó lentamente hacia el cofre.

Concedámosle al filósofo sensualista todo lo que quiera; dejémosle que arregle á su modo la dependencia respectiva de las sensaciones; todo se le desconcierta desde el momento en que le exigis que no discurra sino con sensaciones puras, por mas que las suponga transformadas. Pero reservemos estas cuestiones para el lugar en que examinaremos la naturaleza y el orígen de las ideas.

Pero me interesaba demasiado veros, oíros, hacerme oír de vos, tratar con vos de lo que tanto importa á mi dignidad como mujer, á mis deberes como reina y como esposa, y no he vacilado un punto, confiada de vuestra lealtad. Pero me exigís que salga fuera de palacio, y esto no lo haré jamás.

Paciencia no me falta respondió nuestro hombre; para algo soy auvernés. Pero para que yo pase un mes en esta casa prestando a este señor un importante servicio, será necesario que me abonen los jornales de esos días. Desde luego. ¿Cuánto exigís? Sebastián meditó unos instantes. En conciencia dijo al fin, ese trabajo bien vale cuatro francos diarios.

Trata de que eso suceda mañana; el señor de Le Maltour almorzará con nosotros. Bueno, tío, hablaré, perded cuidado. Pero no vayas a decir tonterías. Me inspiraré en la ciencia, tío le contesté majestuosamente. ¿Cómo? en... No os aflijáis, haré lo que me exigís, hablaré sin cesar. No, sobrina, no se trata de...

Una mujer... mi posición respecto a vos. ¿Me exigís, me arrancáis esa confesión? Os lo suplico, Marta. Pues bien, dijo el aya con voz casi ininteligible. Mathys abrió los brazos y lanzó un grito; pero la viuda se alzó de un salto de su silla, y con una mirada, que la indignación y el miedo hacían irresistible, exclamó: Señor, señor, no ofendáis mi dignidad de mujer.

Mas si os atormento así, es porque tengo grande interés en saber lo que se ha dicho, lo que... ¡Por Dios! señora interrumpió Juan, tenéis razón, han dicho otra cosa, y mi padrino no sabe cómo repetírosla; pero ya que lo exigís, dijeron que erais una de las más elegantes, de las más brillantes y de las más... ¿Y de las más lindas mujeres de París? Con alguna indulgencia han podido decirlo.