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Cuando en Chile se anuncia por la primera vez un argentino en una casa, lo invitan al piano en el acto, o le pasan una vihuela, y si se excusa diciendo que no sabe pulsarla, o extrañan y no le creen, «porque siendo argentino dicen debe ser músico». Esta es una preocupación popular que acusa nuestros hábitos nacionales.

¡Es la guerra! dijo Freya. ¡Claro que es la guerra! repuso la doctora, como si le ofendiese el tono de excusa de su amiga . Y es también nuestro derecho. Nos bloquean, quieren matar de hambre á nuestras mujeres y nuestros niños, y nosotros les matamos á los suyos. Sintió el capitán la necesidad de protestar, sin hacer caso de los gestos de su amante y de sus tirones ocultos.

Piensan como excusa que cuando bajen a tierra ya no la verán más, y que aquí en el buque todo resulta bien. Siguió Nélida adelante, hasta llegar al extremo de babor, donde estaba sentada su madre, teniendo a un lado al hijo medio imbécil y al otro el venerable jefe de la familia, que balanceaba su cabeza de patriarca entornando los ojos, cual si acariciase mentalmente un negocio nuevo.

Si a me han perseguido, también a vosotros perseguirá; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 22 Si no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, mas ahora no tienen excusa de su pecado. 23 El que me aborrece, también a mi Padre aborrece.

Don Félix se oculta de nuevo; Don Antonio excusa su presencia con el encargo de Clara, y se retira. Don Iñigo cuenta á su hija que conoce ya á Don Félix, que le ha agradado mucho, y que se propone ofrecerle su casa para vivir en ella.

Tímida y cortada se detuvo en el umbral; bajaba los ojos, y al parecer distraída jugaba con la punta del delantal. ¿Me llamaba usted, doña Pepita? dijo. , respondió mi tía, para que conozcas al sobrino. ¿No deseabas conocerlo? Pues aquí lo tienes. Ya lo ves. La doncella murmuró una excusa.

, ; usted siempre encuentra una excusa para cualquier bien que hace. Hullin, es usted muy machacón; déjeme usted tranquila y no me alabe más. ¿Acaso estos hombres no tienen necesidad de comer? ¿Acaso pueden mantenerse del aire? ¡Con lo que alimenta el vientecillo que se deja sentir y con el frío que hace!: corta la piel como una navaja.

Un día, que era la conmemoración de una fiesta religiosa, lo cual fue motivo de excusa para los italianos, pues lo aprovecharon como festivo, lo encontré en el castillo de proa escribiendo algo en un pequeño paquete de cartas.

Y como el castigado hiciese ademán de responder presentando alguna excusa, añadió el P. Prior: Sean cuarenta los días de reclusión y ayuno. Y hora tras hora se cumplió íntegra la sentencia; y como un hermano llevase á hurtadillas al castigado algo más sustancioso que pan y agua, el P. Prior, que era un Argos, lo supo y le recetó otro mes de igual penitencia.

Como todos los hombres mediterráneos, no bajaba á tierra sin llevar el aguijón oculto en el talle, y había pinchado para abrirse paso. «¡Qué tiempos!», pensaba el Tritón, con más nostalgia que remordimiento. Y añadía como excusa: «¡Ay, entonces tenía yo veinticuatro años