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Y si a la hora del te, en que pasan los negros con las bandejas repletas de tazas, venía el jefe, como de costumbre, a liar un cigarro y echar un párrafo, le daría cualquier excusa, porque él era hombre tan estricto en el cumplimiento de sus deberes, que consideraba falta grave haberle dicho que iría y no haber ido.

Su Moltkecito era tan peligroso y feroz como los otros... Pero el capitán cortó la conversación, repitiendo una vez más la eterna y monstruosa excusa: Muy horrible, pero ¡qué quiere usted!... Así es la guerra. Luego pidió noticias de su madre, alegrándose al saber que estaba en el Sur.

Era un príncipe encantado, creado completamente por mi imaginación de colegiala retrasada que pide demasiado a la vida, porque la ignora... Yo no tenía, sin embargo, esta excusa... Hoy, dispuesta a bajar la otra vertiente, me detengo un instante en la cima de la colina y no siento en ni cólera, ni amargura, ni pena, pues entre las piedras y las malezas he encontrado algo mejor que la florecita azul con que sueñan las jóvenes, he encontrado el reflejo de cielo que Dios pone en la mirada de los niños... Creo que había nacido para eso; no puedo guardar a usted rencor por haberme dado un sobrino que ha realizado todas sus promesas de usted y cumplido todas mis esperanzas.

Pues claro está; 2450 Que es muy honrada Leonor, Aunque pide más caudal La talega de la sal, Que anda el tiempo á el rededor. Mas queriendo el Conde bien 2455 Á doña Ana, por Leonor Os hará siempre favor, Y ella ayudará también De su parte á vuestra casa. Pues con eso pasaremos. 2460 ¿Quién queréis que convidemos? No lo excusa quien se casa.

Una excusa de cobarde egoísmo emergió en su pensamiento, fabricado de una sola pieza. El era español, era un neutral, que nada tenía que ver en la contienda del centro de Europa. Su segundo le había hablado á veces de solidaridad de raza, de pueblos latinos, de la necesidad de acabar con el militarismo, de hacer la guerra para que no hubiese más guerras... ¡Simplezas de lector crédulo!

No me considero capaz de pintar con exactitud aquel breve momento de desinterés total, que bien puede servir de excusa a muchos accesos de egoísmo, en que luego caí, y durante el cual mi existencia purísima, saturada de buenas intenciones, ardió por entero a modo de ofrenda y llameó a los pies de Magdalena como fuego sagrado ante un altar. Recobramos las antiguas costumbres.

La maldita vanidad me hizo ser un infame. ¡Había tantas mujeres guapas cuando yo era mozo, á quienes cuesta tan poco otro tropiezo, una caída más ó menos! ¿Por qué, pues, no siendo arrastrado por una pasión vehemente, que ni siquiera tengo esta excusa, ir á turbar la paz del alma de aquella austera señora? Tiene razón sobrada. Soy digno de que me aborrezca ó me desprecie.

Pasaba Toledo la tarde y las primeras horas de la noche en el atrio, esperando siempre buenas noticias, aceptando las malas con un optimismo ágil que encontraba excusa y justificación á todo. Se iba agrandando el círculo de sus amistades.

¡Sin embargo, hay un inconveniente! ¿Cómo va usted a explicar su partida a su tía en medio de este período de fiestas en su casa? Justamente la casualidad me proporciona una excusa, que me parece aceptará aquélla. Ayer, sin ir más lejos, he recibido carta de un amigo de Inglaterra, lord S... invitándome a ir a pasar con él dos o tres semanas en Batsford-Park.

Cuando le ocurría el tener que faltar a aquella misión de casi todos los días, que ella cumplía con el entusiasmo de un médico que se sacrifica, al otro día me pedía excusa como si se tratara de una falta. Había llegado a no saber si debía aceptar la dulzura de tan terrible socorro. Sentía deslizarse en tales perfidias que ya no me era dado discernir en qué medida era culpable o desgraciado.