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Instintivamente me detuve para escuchar embelesado, sin parar mientes en lo que pudiera hablar: pero algunas palabras que llegaron distintamente a mis oídos lograron excitar mi curiosidad, y entonces ya no me contenté con oír, sino que quise escuchar y enterarme de la conversación que arriba se sostenía.

Gillespie acabó embarcándose con rumbo á Melbourne, pero antes escribió á una amiga de Margaret para que ésta conociese su resolución y el lugar de la tierra adonde le encaminaba su nueva aventura. La larga navegación fué muy triste para él. La soledad voluntaria en que se mantuvo entre los pasajeros sirvió para excitar sus recuerdos dolorosos.

Sus personajes son de ordinario príncipes y princesas de los países más diversos de Europa, juguetes de los más extraños acontecimientos, aunque incapaces también de excitar nuestro interés.

Le juro que es así. Mi padre es el viejo Smith, el viejo Bumero Smith, éste es mi padre. Soy Melisa Smith y me vengo a la escuela. ¡Bueno! ¿Y qué? dijo el maestro. Acostumbrada a ser contrariada y a que se la opusieran a menudo, porque y cruelmente, y sin otro fin que el de excitar los vivos impulsos de su naturaleza, la tranquilidad del maestro la sorprendió en gran manera.

Por esta causa no hay perezoso que no emprenda repetidas veces y con gusto algunos trabajos; y quizas por la misma razon tambien, los mas vivos no son los mas laboriosos. La intensidad con que ponen en ejercicio sus fuerzas, debe de excitar en ellos mas pronto que en otros, la sensacion de cansancio; por cuyo motivo, se acostumbrarán mas fácilmente á mirar el trabajo con aversion.

Así será necesario que el Poeta sepa bien la Filosofía Moral, y sin ella nada puede hacer que sea loable, porque no habrá excitar los afectos, ni animar las pasiones, que es una de las cosas principales de la Poesía.

Todos los Ministros tienen muchísimo talento, y se inspiran ¿á qué negarlo? en el más puro patriotismo. ¡Ah! nuestro deber es excitar á todo el mundo para que, por medio de hábiles transacciones, por medio de sabios temperamentos, puedan el pueblo y el poder hermanarse, inaugurando la serie de felicidades, de inefables dichas, de prosperidades sin cuento que la Providencia nos destina

Unos toreros le sonreían con sonrisa tentadora. Otros procuraban excitar su orgullo... El toro reflexionaba un rato. Luego hacía un movimiento de cabeza como diciendo: ¡No! ¡Nunca!... Este negocio no me conviene... Y seguía su camino, insensible a todos los requerimientos. Fue entonces cuando el viejo aficionado me dijo que ya no había toros: Ya no hay toros.

Pues, señor, la cosa llegó á excitar vivamente la atención de la autoridad, y el miedo del barrio rayó en espanto; la Berrona seguía, sin embargo, haciendo todas las noches su horripilante procesión.

Grande era la serena majestad que se notaba en sus movimientos y en los gestos y expresión de su cara, aunque hablaba y reía con la mayor animación, naturalidad y desenfado, no dejando traslucir, ni por un leve instante, el afán de excitar la admiración y de obtener el encomio.