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Unos eran de color tordo; otros de un gris plateado, sedoso y brillante, y todos ellos temblaban desde las piernas a la grupa con fuertes estremecimientos, como si no pudiesen contener su exceso de vida en este encierro. Rafael hablaba con admiración del valor de aquellos animales.

Yo me tengo por hombre de recursos, pero me reconozco enteramente incapaz de dar á usted doscientos mil francos de rentas ó de quitárselos á la señorita Laroque. Entonces, señor, déme un consejo. Tengo más confianza en usted, que en mismo, pues conozco que el infortunio expuesto siempre á la sospecha, ha podido irritarme hasta el exceso las susceptibilidades de mi honor. Hable.

El médico sentía angustia examinando á los dos contendientes, con la cara pálida, sudorosos, las piernas inmóviles y como petrificadas, el busto en incesante vaivén, los brazos hinchados por el esfuerzo; y recordaba á otros que habían caído en aquellas apuestas brutales, muertos como por un rayo, heridos en el corazón por el exceso de actividad.

Desde el día en que llegó el telegrama dándole cuenta de la muerte de su protegido, era otra mujer. Spadoni atribuía á un exceso de buen corazón este dolor tan vehemente por un joven soldado que no pertenecía á su familia. El profesor aprobó, pero con un aire enigmático.

¡Ah, sin importancia, su "flirt" con Castilla! Yo no quería mencionarlo a Castilla, pero en realidad cuando se piensa que él festejaba a Raquel y que Adriana no tuvo escrúpulos para hacerse festejar por él... No creo, Charito. Porque no la conoces. Al contrario. Y la imagino hasta mejor que yo, más idealista y que todo lo hace por exceso de idealismo... No sabes lo que dices, Lucía.

Cuando un gobierno en casos apurados quebranta la ley, y lo confiesa paladinamente, parece que con su confesion pide perdon al público, y le da una garantía de que el exceso no será repetido; pero el cometer las ilegalidades á la sombra de la misma ley, es profanarla torpemente, es abusar de la buena fe de los pueblos, es abrir la puerta á todo linaje de desmanes.

El exceso de sacerdotes era tal que las prebendas eclesiásticas más disputadas y con más artimañas que los empleos políticos en nuestros días se vendían para cuando ocurriera la vacante y hasta en 2.ª, 3.ª o 4.ª andana.

Luego les mostró el salón amueblado igualmente con exceso, pues había que marchar tortuosamente entre tantos sillones y mesillas y un dormitorio, que parecía pertenecer por lo vistoso á una hembra de vida galante. En todas estas piezas se notaba el rudo contraste entre la suntuosidad abrumadora de los muebles y la modestia de los tabiques, cubiertos de un papel ordinario.

Isidorito, aunque nada simpático, infundía general respeto por su fama de estudioso y sensato: así que la mayoría de las niñas y pollos se contentaron con ponerle en berlina por «demasiado serio», por «tener poco pelo», por «bailar muy mal», por «estudiar con exceso», por «gastar levitas muy largas», etcétera; pero al llegar a la señorita de Mory, ésta, que esperaba con impaciencia su turno, le puso en berlina con fruición nada disimulada, por «muy pesado de cabeza y ligero de estómago». Isidorito, al tener noticia de las causas por que le habían puesto en berlina, conoció con dolor de dónde partía aquella saeta envenenada, pero no tuvo ánimos para manifestarlo y prefirió guardar sobre este punto un silencio noble y prudente al mismo tiempo.

Será una obra más dentro del marco de la novela española, la cual desde hace algunos años no peca ciertamente por exceso de variedad. Los más de los novelistas marchan en fila india, uno tras otro, y sólo de tarde en tarde se les ocurre saltar un poco fuera del sendero.