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Al lado de un grupo o cesto de dalias crecía una esparraguera, y a la vista de un magnífico macizo de cannas índicas y calladium prosperaba un bosque de alcachofas y un cuadro de berzas de la Alsacia. En una de las esquinas había un gran tendejón donde yacían hacinados muebles viejos de la casa, algunos coches estropeados, aperos de jardinería, etc., etc.

Comenzó a sentir vergüenza de quemar hombres, con todo su aparato de sermones, vestiduras ridículas, abjuraciones, etc. Ya no se atrevió a dar autos de fe. Cuando le era necesario revelar que aún existía, contentábase con unos azotes dados a puerta cerrada.

Había un zapatero en la calle de Carretas atormentado también de la necesidad metafísica con quien echaba largos párrafos. Este honrado industrial había leído la Biblia y el tratado de la Razón de don Pedro Mata, un tomo de la historia de España de Lafuente y varios folletos de Buckner, ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? etc. Era hombre ingenioso, afluente, profundo. Barragán le admiraba.

Lleno de malignidad hay otro, en el cual atacaba personalmente al poeta y á su familia, burlándose de su escudo de armas, grabado debajo de su retrato en la portada de El Peregrino, etc.

El Asia, la América, todas las regiones del globo, tienen allí sus mas primorosos representantes en el arte, la vegetacion, etc., y cada visitante puede estar seguro de encontrar un rincon de su patria, con la misma temperatura, las mismas aguas y cuanto puede producirle una ilusion completa.

Entre la joven población masculina ya nadie se llama Pedro, Juan, Diego, Carlos, Enrique, Joaquín, Jaime, Jorge, Raúl, Roberto, etc.

Se comprende que sería ella imposible sin una numerosa legión de consejeros de Estado, de subsecretarios, de secretarios, de directores, etc., que no cambian con los ministros, sino que están adscriptos a los ministerios. ¡Qué diferencia con nuestro modo de ser!

Naturalmente, no siempre coincidían las ideas de los interlocutores. Y al chocarse las opiniones contrarias, se iniciaban interminables contiendas. Los contendientes barajaban en sus largas peroratas y mariscalendas las fundamentales ideas de honor, patria, verdad, progreso, etc., etc. Estas ideas eran en gran parte tomadas de la prensa local.

El Louvre y las Tullerías por un lado, con la plaza de la Concordia, la primera del mundo, los Campos Elíseos, dichosos y afortunados jardines que no tienen rival por el otro, el palacio de los Diputados, Notre-Dame, Santa Capilla, el Instituto, etc., etc.

Es que aquí, Gambetta por solo, es un espectáculo, y todos los extranjeros de distinción que llegan a París, obtienen tarjetas de sus ministros respectivos, se instalan en la tribuna diplomática y se hacen insoportables por sus preguntas en inglés, alemán, turco, italiano o griego, sobre quién es el que habla, si Gambetta hablará, cuál es Paul de Cassagnac, cuál Clemenceau, dónde está Ferry, por qué se ríen, cuál es la derecha, etc., etc.