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Y no era que el señor Rosendo estuviese mal con su oficio; nada de eso; artistas habría orgullosos de su destreza, pero tanto como él, ninguno. Por más que los años le iban venciendo, aún se jactaba de llenar en menos tiempo que nadie el tubo de hojalata.

No pudiendo ya resistir aquella inquietud, se despertó y se dio cuenta al punto de que tenía dolor de muelas. Entonces era un dolor franco y claro, muy violento, un dolor agudo e insoportable. Y no se podía ya comprender si lo que le dolía era la muela de la tarde anterior o las demás contiguas a ella. Toda la boca y toda la cabeza le dolían, como si estuviese mascando millares de clavos ardiendo.

Antes de las doce, todo estaba en silencio, y los papás se retiraron a su habitación, después de encargar a Jacinta que estuviese muy a la mira para que el Delfín no se desabrigara. Este parecía dormido profundamente, y su esposa se acostó sin sueño, con el ánimo más dispuesto a la centinela que al descanso.

Ar-razi asienta que la iglesia principal de los Cristianos de Córdoba estaba dedicada á S. Vicente, y verdaderamente no hallamos dificultad para que asi fuese, á menos que se quisiera suponer que la primitiva catedral estuviese bajo la advocacion de los tres mártires.

Cuando éste recitaba versos al final de sus meriendas con el Mosco, cuando hablaba de aquellos grandes escritores que vivían en el extranjero con honores de príncipe, a la pobre Feli le temblaba el corazón, sentía que sus piernas se doblaban, le faltaba poco para llorar, como si estuviese en presencia de una religión nueva.

El Sol es para aquélla lo mismo que el centro de nuestro globo es para los cuerpos que se encuentran en su superficie. Si la Tierra no estuviese animada de un movimiento que la obliga á dar vueltas alrededor del Sol, caería inmediatamente sobre este astro. Por efecto de un movimiento análogo es por lo que la Luna no cae sobre la Tierra.

Aquella tarde no hubo lectura, a pesar de los nuevos libros devotos que doña Inés había recibido. La agitación de la ilustre señora no le consentía leer ni tratar de nada que no estuviese en inmediata relación con el punto o que no fuese el punto mismo que la traía tan inquieta y azarada. Lo que hizo doña Inés fue extremarse con Juanita en demostraciones de cariño.

De vez en cuando miraba los tejados de enfrente, de los cuales iba retirándose la luz del sol, cada vez más pálida y dulcificada. Miró su reloj. Las seis. ¿Pero dónde se había metido aquel hombre? Iban a perder el tren, y para aprovechar hasta el último minuto, daba órdenes a Beppa, queriendo que todo estuviese en orden y dispuesto para la marcha.

El joven extendió sobre el cuerpo de ella un traje de percal y la poca ropa blanca que colgaba de unos clavos. Estas telas sutiles eran de un abrigo ilusorio. La enferma seguía estremeciéndose, y el pobre Isidro, que temblaba de frío, se quitó el macferlán para añadirlo a la cubierta. Era una noche terrible. Maltrana paseábase por el cuarto como si estuviese en medio de la calle.

Todo el club estaba reconcentrado en la sala del baccará. Miguel lamentó que Castro no estuviese en el Sporting. Hubieran charlado como en la tarde que Alicia logró asirse por primera vez á las alas de oro de la Quimera. Tal vez su ausencia era por orden de «la Generala». El también había venido aquí arrastrado por una mujer. Un sordo rumor llegó de la sala de juego.