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Como acontecía por lo común donde quiera que se hallaba Ester, en torno suyo se formaba un corto espacio vacío, una especie de círculo mágico en el que, aunque el pueblo se estuviera codeando y pisoteando á muy corta distancia, nadie se aventuraba ni se sentía dispuesto á penetrar.

El niño, volviendo el rostro hacia ella, se adelantó a responder: Ese no quería, madre, e yo se la tomé con engaño. Otras serán, hijo mío repuso entonces la llorosa mujer , las armas que has de esgrimir cuando entres al servicio de Dios y de su Santa Iglesia; y harto mejor estuviera agora en tus manos algún libro de religión que no ese hierro.

Pues señor dijo el cocinero mayor, rebujándose de nuevo en su capotillo , sigue lloviendo, y la noche no es más clara que un tizón; ¿y á donde voy yo ahora? El alcázar estará cerrado á piedra y lodo; y aunque no lo estuviera... por nada del mundo voy yo á mi casa á despedazarme el alma con aquel doloroso espectáculo; ¡mi dinero!, ¡mi mujer!, ¡mi hija!

Al fin, ella se habrá... ¿Y son para hoy esas cartas? exclamó de repente, como si estuviera lleno de furor, aun cuando su rostro permanecía sonriente. Y cuando la ama de llaves, refunfuñando, hubo satisfecho su deseo, sin vacilar tomó de entre las cartas la que no llevaba estampilla, y no concedió siquiera una mirada a las demás.

Había envejecido y enflaquecido mucho desde que yo no la había visto, y las crisis por las cuales acababa de pasar, no parecían ser las únicas en haber ejercido sobre ella su obra destructora; pero había conservado su sonrisa consoladora y bienhechora que servía de alivio a todos, aun cuando ella misma estuviera en el más completo abandono.

Tenebroso era el bosque que les rodeaba, y las ramas de los árboles crujían agitadas por ráfagas violentas, mientras un solemne y añoso árbol se quejaba lastimosamente como si refiriese á otro árbol la triste historia de la pareja que allí se había sentado, ó estuviera anunciando males futuros.

Tenía una sospecha ... Aquella mujer es muy rara. ¡Si vieras qué miedo me daba cuando se ponía á orar, quedándose mucho tiempo quieta é insensible, como si estuviera muerta! Se ponía de rodillas, miraba al techo, y así estaba dos ó tres horas sin moverse, y hasta parecía que no respiraba. La tocaba yo, y nada; la llamaba, y no respondía.

El perro vaciló un instante, dejó de ladrar y mostró bastante claramente la resolución de volverse otra vez a dormir como si no hubiera pasado nada; pero la vieja no se dio por satisfecha; exigía un acto de sumisión. ¡Aquí, Cuco! ¡Aquí, ahora mismo! El Cuco bajó la cabeza humildemente y emprendió hacia ella una marcha lenta, penosísima, como si el camino estuviera erizado de peligros.

Ya no quedaban sobre el agua hombres de oficio; ahora el mar era de los fogoneros. En los días tempestuosos del invierno, siempre le veían en la playa con la nariz palpitante, olfateando la tormenta, como si aún estuviera sobre cubierta preparándose a resistir el tiempo.

De allí, con innata audacia, pero siempre con característica reserva, corrió al medio de un grupo de marineros de tostadas mejillas, aquellos salvajes del océano, como los indios lo eran de la tierra, los que con sorpresa y admiración contemplaron á Perla como si una espuma del mar hubiese tomado la forma de una niñita, y estuviera dotada de un alma con esa fosforescencia de las olas que se brillar de noche bajo la proa del buque que va cortando las aguas.