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Según la ley sobre su organización, la universidad debería comprender departamentos de letras y ciencias sociales, de estudios comerciales, de pedagogía, de bellas artes, de química y agricultura, y se van realizando paulatina y gradualmente los propósitos que originaron su fundación.

Además de las obras aquí mencionadas por Pacheco hizo Velázquez en Venecia copias de la Crucifixión y la Cena del Tintoretto: en Roma del Parnaso, El incendio del Borgo y la Disputa del Sacramento, de Rafael, y del Juicio final, de Miguel Ángel: mas teniendo en cuenta el poco tiempo que allí permaneció y la gran cantidad de trabajo que esta labor implica, es de suponer que sólo hiciese estudios fragmentarios, apuntes aislados, y así lo indica Palomino cuando dice que hizo «varios dibujos, unos con colores, otros con lápiz». De la villa Médicis trajo los dos preciosos paisajes que, con los números 1.106 y 1.107 se conservan en nuestro Museo del Prado.

En los tramos de pared, entre las ventanas interiores, realzadas con unas líneas de vivo encarnado, había unos grandes estudios de flores en madera, pintada con los colores naturales por los artistas del país, con propiedad muy grande: dos de los cuadros eran de magnolia, la una casi abierta, y con cierta hermosura de emperatriz; la otra aun cerrada en su propia rama: y otros dos cuadros eran de las flores pomposas del marpacífico, con sus hojas de rojo encendido, agrupadas de modo que realzase su natural tamaño y hermosura.

Diez y ocho años más tarde, y cuando fray Juan de Padilla contaba 50 de edad, ponía término á otro poema titulado Los doce triunfos de los doce apóstoles, que es la principal de sus producciones, y acerca de la cual ha escrito el autor del Curso histórico-crítico de la literatura española: «Donde halló Padilla libre campo á sus estudios literarios y para gloria de Jesús mismo y de sus discípulos fué en Los doce triunfos.

Desde ese tiempo hasta que se fundó la Escuela de París, que fué la madre de todas las otras, se hallaban los Estudios solo en el Clero, porque estaban reducidos á la enseñanza que se daba en algunas Iglesias Catedrales, y en los Monasterios, por donde somos deudores al Clero, y por la mayor parte á los Religiosos, de habernos conservado el estudio de las Artes y Ciencias, así divinas como humanas, en siglos tan obscuros y tan incultos.

Se nos antoja que gracias a Dios, tales estudios experimentales no han de ser muy necesarios para que nadie adelante en su oficio; pero si lo fuesen, si a tanta costa hubiera de ganarse la maestría, valdría más quedarse de simple oficial o de aprendiz que llegar a maestro.

Era hija de un maestro de escuela que había muerto el año anterior. Se educaba en los Estados Unidos cuando esta desgracia la obligó á volver al país, dejando incompletos sus estudios. Quería servir de madre á sus hermanos menores, que después de muerto el padre, quedaban completamente solos en la casa.

Acompañado del joven que solía pasear con él, salió del Colegio Imperial, tomó por la calle de los Estudios, y entrando en la de las Maldonadas, detuvo sus pasos en la puerta de un llamado establecimiento, cuyo nombre más propio fuera tenducho. Miró adentro, no vio a nadie, volvió a mirar, llamando, y al conjuro de la voz, moviose un enorme tinajón de hacer buñuelos que arrinconado estaba.

Tratándose de obras anteriores, ha de preferirse siempre el resultado de nuestros estudios é investigaciones personales, corrigiendo siempre que sea posible los errores antiguos; pero nunca es lícito querer pasar plaza de original á costa de la verdad, y, por tanto, no se puede menos de repetir algo de lo que otros han dicho, si era verdad lo que dijeron.

Esto quiere decir que ha analizado más en estudios estadísticos y fisiológicos, que es más sábia en la ciencia del hombre, y en la ciencia de la sociedad, porque hoy se llama ciencia lo que antes se llamaba herejía, y se llama fárrago lo que antes se llamaba ciencia.