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Esta voz le hizo estremecer: levantó la cabeza, sonrió amargamente y pasando sus brazos alrededor del cuello de la joven mulata, la estrechó contra ; su boca rozaba su mejilla, cuando sus labios encontraron la fatal cicatriz. ¡Infierno! ¡maldición sobre ! exclamó con violencia . ¡Maldita vieja, bruja infernal! ¿quién habrá dicho...?

Y como si las palabras del viejo trajesen a las dilatadas narices de los caballos un lejano perfume de la deseada primavera, comenzaron a relinchar, a dar saltos, a morderse, a estremecer sus vientres con agitaciones de péndulo, a resbalar las patas delanteras sobre las grupas más cercanas, haciendo esfuerzos por libertar sus cabezas amarradas a las anillas.

Estas últimas palabras causaron a Huberto cierto malestar; para disimular las ideas que le sugerían, interrumpió a la joven y dijo afectando un temor cómico: ¡Qué desgracia! ¡Usted me hace estremecer! ¡Volemos en socorro de su querido padre!

De repente estalló un coro de rumores cavernosos que hizo estremecer el aire, despertó los ecos mas severos en la mole cóncava de piedra y nos obligó á todos no solo á enmudecer sino á suspender la respiracion. La montaña de plomo comenzaba á llenar con su voz múltiple todos los senos de la montaña artificial de piedra.

El personaje estaba triste desde que el heredero de las glorias de su familia se había ido á la guerra, rompiendo la red protectora de recomendaciones en que le había envuelto. Una noche, comiendo en casa de Desnoyers, apuntó una idea que hizo estremecer á éste. «¿No le gustaría ver á su hijo?...» El senador estaba gestionando una autorización del Cuartel General para ir al frente.

La mujer agasajó el pañuelo lleno de castañas, como para calentarse las manos con él.... Avanzaron.... desaparecieron por una puerta. Salvador se sintió estremecer de desesperación y envidia.

El príncipe interrumpe con su mudo llamamiento unas explicaciones de la guerra que hacen estremecer á las dos damas. Coronel: un asunto de honor. Quiero batirme mañana. Busca otro padrino. Toledo parece desconcertado por la orden. Su primer pensamiento vuela hasta Villa-Sirena. Ve el negro levitón, la vestidura solemne del honor pronta á salir de su encierro.

Todas las luteras están paradas, señora... porque, naturalmente, o se muere poca gente, o no les echan papeletas... Hombre dijo a su marido, haciéndole estremecer , ¿qué haces ahí con la boca abierta? Desmiente. Ido, que estaba oyendo a su mujer, como se oye a un orador brillante, despertó de su éxtasis y se puso a desmentir.

Mi corazón no olvidará jamás la tristeza y el espanto que le sobrecogieron cuando, a través de aquel terrible aparato y detrás de aquellos hombres odiosos cuya sola mirada me hacía estremecer, reconocí sobre un montón de paja negra a mi madre, pálida, desfigurada, moribunda.

Luego sonó la campanilla y D. José fue a abrir. Fortunata creyó que era Encarnación que volvía de la plazuela; pero se equivocaba. No tardó en oír cuchicheos en la puerta. ¿Quién sería? Después sintió pasos y un chillar de botas que la hicieron estremecer, y se quedó muda de terror al ver en la puerta a Maximiliano. Era él; así lo afirmó después de dudarlo un momento.