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Pero con frecuencia me mostraba brusco y chabacano; juraba y echaba pestes en torno de ella sin acordarme de que me bastaba alzar la voz para hacerla estremecer y que el menor pliegue que arrugaba mi frente, la hacía palidecer. ¡Ve ahí, delante de nosotros, ese cuerpo que no tiene más que el aliento, y mírame a , gigante rudo y tosco!

»Entonces deja caer sus manos y me dirige una mirada tal, que me siento estremecer. Marta nunca me miró así pienso. Quiero hablar, pero no encuentro las palabras, tan turbado y sobrecogido estoy. Su elevada estatura se alza delante de la puerta, como si allí quisiera buscar un amparo contra . Yo oía su respiración oprimida. Por fin reúno todo mi valor.

Lo distingue, como al Yungas, un sabor incomparable, aunque no tiene el perfume sin igual del Moca. Creo que una mezcla de tres partes de Guaduas y una de Moca haría una bebida capaz de estremecer al viejo Voltaire en su tumba. Otra particularidad del valle son las cañas que le han dado el nombre. Algunas alcanzan a muchos metros de altura, con un diámetro de 20 a 25 centímetros.

Cuando doña Lupe llamó a la puerta, su sobrino le abrió, y pasmose ella de que estuviera en pie todavía. «¡Qué despabilado está el tiempodijo la señora con cierto retintín, que hizo estremecer al joven, limpiando súbitamente su espíritu de toda idea de independencia, como se limpia de sombras un farol cuando aparece dentro de él la llama del gas.

Muy al fondo brillaban en llamaradas de un rojo sombrío los últimos resplandores del día moribundo que arrojaba sobre las pulidas baldosas un largo surco de luz. Sonidos vagos, que recordaban la voz de un niño, herían mi oído cuando el viento se colaba bajo la bóveda. Un leve grito de gozo llegó hasta , a través de la puerta, y me hizo estremecer.

Sus piernas se extendían cruzadas debajo de la mesa, y sus manos enguantadas pendían de los brazos del sillón con la misma elegancia que las piernas. Fernando dijo en voz alta el artista que le iba a afeitar llamando a uno de sus compañeros. ¿Qué quieres, Cosme? Este nombre hizo estremecer sin saber por qué a Pablito. Abrió los ojos y dirigió una larga y ávida mirada al peluquero. No le conocía.

Mil veces había sentido el brazo de Soledad sobre el suyo, sin que su dulce peso le hiciese estremecer de alegría, sin pensar que llevaba sobre un tesoro. ¿Por qué era tan exquisita la sensación que ahora percibía? El suave calor de aquel brazo, trasmitido al suyo, se difundía por todo su cuerpo inundándole de felicidad.

Republicano de alma incontrastable Cantaste á la divina libertad, Con una voz tonante y poderosa Que los tronos podia hacer temblar, Y estremecer las masas populares Cual las furiosas olas de la mar, Y despertar el alta inteligencia Que al cielo remontaba en vuelo audaz, Mientras tranquilo el mundo contemplando, Como estátua sobre alto pedestal, Podias con los ojos del espíritu Ver los hombres y dias de otra edad!

Jacinta echó un vistazo a todo aquel conjunto, y entre las respetables personas que formaban el corro, distinguió una cuya presencia la hizo estremecer. Era el Pituso, que asomando por entre el ciego grande y el chico, atendía con toda su alma a la música, puesta una mano en la cintura y la otra en la boca. «Ahí está» dijo al Sr. Izquierdo, que al punto le sacó del grupo para llevarle consigo.

Aunque no abusaba, sabía usar perfectamente de la intimidad que el egregio huésped la concedía; se autorizaba con él alguna bromita de buen género, que hacía, no obstante, estremecer de susto a don Rosendo. Conocía que era la preferida y comenzaba a coquetear.