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Hablemos un poco... Pero él no me ama a murmuré tristemente. ¡Déjame hablar, qué diablo! Si lo amas, sabrás sin pena que su matrimonio se ha roto. ¿Completamente? Completamente. La misma Luciana le ha confesado la historia y lo ha dispensado de sus juramentos. ¿Y él ha consentido? Sin resistencia, y debe estimarse muy dichoso.

Por el contrario, en el estrecho Blockhaus que podía ser su tumba, en el roce diario de la vida común, que hace resquebrajarse tan pronto el barniz mundano que oculta tantas macas y a veces tan preciosas cualidades, habían aprendido a conocerse, a estimarse... y quizá no se habían quedado en eso.

Vístome y vuelvo á olvidar tan funesto día entre el corto número de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educación libre y desembarazada, y que fingen acaso estimarse y respetarse mutuamente para no incomodarse, al paso que las otras hacen ostentación de incomodarse, y se ofenden y se maltratan, queriéndose y estimándose tal vez verdaderamente.

Si algo le distinguía de un gran número de hombres que en él deberían ver la propia imagen, era que por rara excepción había tenido el valor bastante raro de examinarse en lo íntimo con frecuencia y la severidad más rara aún de estimarse mediocre. Era el otoño la primera vez que le encontré.

Temo que ha de estimar mi presteza o ligereza, sin que eche de ver la fuerza que él me hizo para no poder resistirle. »-No te pena eso, señora mía -respondió Leonela-, que no está la monta, ni es causa para menguar la estimación, darse lo que se da presto, si, en efecto, lo que se da es bueno, y ello por digno de estimarse. Y aun suele decirse que el que luego da, da dos veces.

Primero, del misterioso engranaje formado por las semejanzas y diferencias que existían en sus caracteres. En bondad de corazón y lucidez de inteligencia, eran iguales; de modo que podían quererse y estimarse. Segundo, en lo vario de sus genios, de suerte que mutuamente se buscaban, deseosas, por instinto, de hallar a sus facultades contraste y complemento.

Se ha atribuído injustamente al Peregrino otra obra literaria, cuya malignidad tratando de supuestas inteligencias entre D. Juan de Austria y el Duque de Guisa ó sobre la muerte del Príncipe D. Carlos, y cuya complacencia en describir la agonía del Rey Felipe II, podían estimarse en consonancia con las que trazaba la pluma aquélla, más temible que colmillo de jabalí.

Era un joven abogado condiscípulo suyo en el colegio de Santa Bárbara primero, y en la facultad de derecho más tarde. Tenía, con poca diferencia, la misma edad que Amaury. Vivía con desahogo, pues disfrutaba de una renta que podría estimarse en unos diez mil pesos; pero no era, como su compañero, de esclarecido linaje. Se llamaba Felipe Auvray.

Si no puede estimarse del mismo modo la práctica de sacar partido de los secretos de Estado, no por ello debe juzgársele con demasiada severidad, porque el sentimiento harto complejo que definimos por la palabra patriotismo, no había nacido en el siglo XVI. No solamente el suelo, la raza, la nacionalidad, el medio, no representaban en aquella época lo que hoy representan, sino que el afecto á la patria se confundía entonces y aun se resumía en muchos conceptos, en el de la persona del soberano.

Y digo mal como en todas partes: en las ciudades populosas, en los grandes centros de civilización, hay otras distinciones que se ambicionan tanto o más que el dinero, porque abren camino y dan crédito y consideración en el mundo; pero en los pueblos pequeños, donde ni la gloria literaria o científica, ni tal vez la distinción en los modales, ni la elegancia, ni la discreción y amenidad en el trato, suelen estimarse ni comprenderse, no hay otros grados que marquen la jerarquía social sino el tener más o menos dinero o cosa que lo valga.