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En esas noches serenas De Diciembre delicioso, Cuando entregada al reposo La tierra parece estar, Y cuando la blanca luna Cruza el ancho firmamento, Absorto en mi pensamiento Yo me complazco en vagar. Miro brillar en el cielo Las estrellas encendidas, Letras de luz esparcidas Por la mano del Creador, Que en inefables palabras Revelan nuestro destino, Y señalan el camino Del audaz navegador.

Allí volvimos a preguntar por D. León: tampoco nos dieron noticia, pero un chulo compasivo nos dijo: «Venid conmigo, si queréis; ¿no decís que debe de estar en las barricadas de la calle de Toledo?

Luego, en las reconciliaciones, eran extremosos. ¿Sabe usted, Pepa, que no quisiera estar yo allí en el momento de la reconciliación? dijo Cobo haciendo alarde nuevamente de su malignidad brutal. Tampoco yo, hijo respondió, dando un suspiro de resignación que hizo reir . Pero ¡qué quiere usted!

Bajo el primer aspecto, son de igual certeza y claridad para todos los hombres; bajo el segundo, pueden estar sujetos á dificultades.

Fortunata atravesó con paso ligero la calle de Hortaleza, la Red de San Luis. No debía de estar muy trastornada cuando en vez de tomar por la calle de la Montera, en la cual el gentío estorbaba el tránsito, fue a buscar la de la Salud y bajó por ella, considerando que por tal camino ganaba diez minutos.

¡Oh! en ese caso puede estar bien tranquila. Juana miró fijamente a su interlocutor. ¿Tranquila?... ¿por qué?

Circourt, aunque por una razon diferente, pues él cree que los mudéjares de Castilla y Andalucía tuvieron por cuerpo de leyes el Código de las Partidas por estar ya este en observancia, oficiosa aunque no oficial, y nosotros suponemos, tan solo por una razon de consecuencia en las ideas de gobierno de dichos reyes, que vivirían sometidos á los mismos principios de equidad que los monarcas mencionados fijaban en su cuerpo de legislacion general.

No lo niego. Ambos rieron con alegría, embromándose cariñosamente, mecidos en dulce fraternidad que los hacía felices. Cecilia se retiró al fin. Antes de llegar a la puerta se volvió, preguntando con timidez, donde apuntaba un vivo y mal disimulado deseo: ¿Quieres que te haga yo la cura?... Debes estar molesto... El joven vaciló un instante. Temía ofender el pudor de su hermana política.

Avisábanse mutuamente las madres cuando un niño se escapaba, se descalabraba o hacía cualquier diablura análoga; y como el derecho de azotar era recíproco, las infelices criaturas venían a estar en potencia propincua de ser vapuleadas por el barrio entero.

Cupido protestaba. No; para aquella empresa cuanto menos gente mejor; la barca había de estar ligera: él se bastaba para los remos y don Rafael para el timón. ¡Solteu! ¡solteu! ordenó el hijo de doña Bernarda. Y soltando la cuerda los mocetones, la barca, después de algunos cabeceos, partió como una flecha, arrastrada por la corriente.