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Un pichón de paloma, que estaba solo en una rama baja, permitió á Perla que se le acercase, y emitió un sonido que lo mismo podía ser un saludo que un grito de alarma.

Fue recibido con una aclamación, en que tomaron parte las señoras. Sin saber cómo, y cuando la emoción producida por tal recibimiento aún le tenía medio aturdido, se vio Reyes al lado de su ídolo, Serafina, que había comido mucho y bebido proporcionadamente. Estaba muy colorada y de los ojos le saltaban chispas.

Las manos de la duquesa, enrojecidas por un frío muy vivo, se escondían bajo su chal. Al andar, arrastraba los pies, no por indolencia, sino por el miedo de perder los zapatos. Por un contraste que hemos podido observar más de una vez, la miseria no había afeado a la duquesa, que no estaba pálida ni delgada.

Nuestro vagón se balanceaba sobre el abismo..... ¡Un paso más, y cae también! El siguiente estaba descarrilado; el otro sobre los rails, y el coche de primera tan perfectamente colocado sobre la vía, que las Autoridades y personas de edad que lo ocupaban, no se enteraron desde luego de nuestro peligro, sino que creyeron que nos habíamos parado.

No había sido aún ministro, pero se contaba que lo fuese en plazo muy breve. Clementina había rechazado repetidas veces sus instancias. Raimundo lo sabía y estaba orgulloso de este triunfo. Sin embargo, no podía arrancar de cierta inquietud cada vez que le veía hablando con ella como en este momento.

En la isla no había ladrones. Las casas aisladas en pleno campo conservaban muchas veces la llave en la puerta mientras los dueños estaban ausentes. Los hombres no se mataban por cuestiones de interés. El disfrute del suelo estaba muy repartido, y la dulzura del clima así como la frugalidad de las gentes hacían que éstas fuesen generosas y poco apegadas a los bienes materiales.

Dos días despues de los acontecimientos de la feria de Kiapò, estaba don Custodio trabajando como siempre, estudiando el espediente sin encontrar la dichosa solucion.

Venían de la parte del Marne; su metal estaba abollado por los proyectiles; sus vidrios tenían roturas en forma de estrella.

15 y me alegro por vosotros, que yo no haya estado allí, para que creáis; mas vamos a él. 16 Dijo entonces Tomás, el que se dice el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él. 18 Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como quince estadios;

La directora de la Universidad empezó á inspirarle cierta antipatía por haberle prohibido que tirase al revólver en un rincón del parque, lo mismo que tiraba de pequeña en algunos de los campamentos de Craven, ante los viejos mineros. La gloria estaba para ella en los ejercicios físicos, dejando á sus compañeras los laureles de las ciencias y de las letras.