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Despues de lavarme y ponerme á cubierto del frio, porque hace frio, abro la ventana de mi gabinete y me fijo en un rótulo que distingo en la esquina de enfrente: Jeannin, sucesor de Sellier.

Los tiernos esposos recibieron la bendición nupcial en la hermosa iglesia de San Cayetano, que hace esquina a la calle del Oso, y el encargado de darla fue el Padre Carantoña, de la orden dominica, grande amigote del desposado.

De noche no tengo que lidiar con el rebaño; ven y oirás la odita. Pero antes ¡dame un abrazo! ¡Vaya, muchacho, si eres ya un hombre! Di a tus tías que por allá iré. A la salida me detuvo en la esquina unos cuantos minutos.

Máxîmas hay en él, dixo Pococurante, que pueden ser útiles á un hombre de mundo, y que reducidas á enérgicos versos se graban con facilidad en la memoria; pero no me curo ni de su viage á Brindis, ni de su descripcion de una mala comida, ni de la disputa digna de unos mozos de esquina entre no qué Rupilo, cuyas razones, dice, estaban llenas de podre, y las de su contrincante llenas de vinagre.

Bruscamente, como un niño cogido en falta, deja caer el bordado; la joven aparece en la esquina de la casa conduciendo alegremente a un hombre de aspecto rollizo, cubierto de harina, que trata de librarse con ademán torpe de las manitas que lo sujetan, y esparce a su alrededor densas nubes de polvo blanco. Ese hombre es... no cabe duda es... ¡Martín! ¡querido Martín!

De seguro que ninguno de ellos había tenido nunca padre ni madre, ni Lilí, ni sacado en todos los días de su vida un solo premio... Cuando él fuera grande había de ahorcar a todos los empleados del resguardo, colgándolos como los chorizos que había visto una vez en la chimenea del capataz del Encinar, allá en Extremadura... ¡Y todavía, al doblar la esquina de la Universidad, se atravesó un coche, y después un carro de mudanzas y luego un gran ómnibus, y hubo que perder otros tres minutos!

Comí, y a la tarde alquilé mi caballico y fuime hacia la calle; y como no llevaba lacayo, por no pasar sin él, aguardaba a la esquina, antes de entrar, a que pasase algún hombre que lo pareciese, y en pasando partía detrás de él, haciéndole lacayo sin serlo; y en llegando al fin de la calle, metíame detrás de la esquina hasta que volviese otro que lo pareciese; metíame detrás y daba otra vuelta.

Por la esquina que forman dos calles, desemboca un mocetón descalzo, cubierto de harapos asquerosos. Lleva a la espalda un saco, y en la mano un palo, que tiene en la punta un largo clavo retorcido, con el cual, de cuando en cuando revuelve los montoncillos de basura que hay formados ante las puertas junto a los bordes de la acera.

Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarro rancho de dos pisos el inferior de barro y el alto de madera, con corredores y baranda de chalet habían sentido los pasos de su dueño que bajaba la escalera. Míster Jones, la toalla al hombro, se detuvo un momento en la esquina del rancho y miró el sol, alto ya.

El mozo era por su traza un andalucito muy agraciado, si bien con un no qué de peregrino, que borraba de su fisonomía, de su ademán y de sus movimientos toda huella de vulgaridad, dándole distinción y atrayendo hacia él las miradas curiosas de cuantos sujetos gustan de lo que no se tiene a todo pasto ni se encuentra al revolver de una esquina.