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Esperábamos con impaciencia que rayase el alba: no veíamos llegada la hora de penetrar en esos templos donde tantos emires y califas adoraron al Profeta, en esos ricos alcázares donde fueron recibidas tan brillantes embajadas y perpetrados los mas negros crímenes, en esos ensangrentados muros de que colgaron los reyes moros las cabezas de sus enemigos, en esos encantados jardines donde languidecieron de amor tantas sultanas, en esos profundos acueductos, abiertos en las peñas, donde gimió sin ser oida tanta muchedumbre de cautivos.

17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son éstas que tratáis entre vosotros andando, y estáis tristes? 18 Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿ solo peregrino eres en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días? 21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que esto ha acontecido.

La joven le recibió con alegría. Pláceme la dijo Quevedo , encontraros tan bien entretenida... ; he llegado á cobrar miedo á la corte. Y habéis hecho bien en asustaros, porque Madrid es un almacén de peligros; ¿conque nos vamos? por cierto; sólo necesitábamos saber de vos para marchar, pero esperábamos saberlo pronto, aunque no se os ha encontrado cuando se os ha buscado.

De lejos y al caer de la tarde distinguíamos la columna de humo cubriendo el cielo de vagabundas y sombrías ráfagas, y el aragonés y yo no pudimos menos de maldecir en voz alta y expresivamente al tirano invasor de España. Contra lo que esperábamos, Santorcaz no nos contestó una palabra, y seguía su camino profundamente pensativo.

Cuando obtenemos las cosas deseadas, no nos causan todo el placer que esperábamos de ellas; el deseo, sin duda, las ha descontado de antemano. A todo esto no se me iban de la cabeza las recomendaciones de Luciana y he debido de aderezar con ellas el pudding que he confeccionado con mis propias manos.

Yo temo que este gobierno, del cual esperábamos tanto, no produzca más que tempestades, hasta dentro de las mismas familias; es muy frecuente que el espíritu de los hombres, antes que el espíritu de Dios, sea el que sople en estos desgraciados tiempos.

Mi marido está en su cuarto, quebrantado por una mala noticia que ha recibido de Europa... Una desgracia de familia que esperábamos hace tiempo; algo que en realidad no me interesa mucho. Luego cambió de gesto y de voz, para continuar hablando.

Tan singular comedia no podía subsistir por mucho tiempo, porque los filipinos nunca podíamos ser los agresores de las fuerzas americanas, cuya amistad habíamos jurado, y en cuyo poder esperábamos hallar la protección necesaria para recabar de las otras potencias el reconocimiento oficial de nuestra Independencia.

Miraba hacia la chimenea grande y negra, hacia la gran campana de piedra, en la que se veían figuras y árboles de talla y el humo subir en espesas nubes hasta donde se hallaban los trozos de tocino. De repente, cuando menos lo esperábamos, el loco dio un golpe con el palo en la losa y exclamó como si soñara: «¡..., ..., yo lo he visto... hace mucho tiempo..., mucho tiempo

Me levanté de la cama e hice levantar a Cesarina, la única de mis hijas que se encontraba conmigo a la sazón, y una y otra, puestas de rodillas ante un Santo Cristo, esperábamos el momento del sacrificio ofreciendo nuestras almas a Dios. Luego pareció irse calmando todo.