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Su marido la espera en Río Janeiro; tiene no qué negocios en el interior del Brasil... Y varias muchachas alemanas que van a casarse a América sin conocer a sus novios. El matrimonio, según parece, se arregla por cartas y retratos.

Espera, espera un momento dijo Dorotea poniendo sus dos manos sobre los hombros de don Juan y mirándole frente á frente. Don Juan exhaló una exclamación de asombro. Nunca había visto á Dorotea tan hermosa. Tembló bajo la impresión de la mirada de la comedianta. Siempre, siempre tu sed dijo Dorotea ; nunca tu amor. ¡Cómo! ¿aún dudas? No, no dudo ya dijo la joven.

Supuesto que estamos los que hemos de comer exclamó don Braulio, vamos a la mesa, querida mía. Espera un momento le contestó su esposa casi al oído; con tanta visita yo he faltado unos momentos de allá dentro, y... Bien, pero mira que son las cuatro... Al instante comeremos. Las cinco eran cuando nos sentábamos a la mesa.

Desea justar con los cinco mantenedores ingleses, y con las armas que cada uno de ellos prefiera y elija. Grande es su confianza, á lo que veo. Pero no es bien prolongar su espera ni tenemos ya mucho tiempo disponible, pues el sol se acerca al ocaso. Á vuestros puestos, caballeros, y veamos si este desconocido iguala con la alteza de sus hechos la arrogancia de sus palabras.

Cesó el canto, oyéronse unas leves pisadas, se abrió la puerta, y con una palmatoria en la mano apareció una preciosa niña de diez y seis á diez y siete años. ¡Cuánto ha tardado vuesa merced, señor padre! dijo sonriendo al cocinero mayor mi señora madre y yo estábamos con mucho cuidado. ¡Y cantábais! Por entretener la espera.

En este instante, estaban Juan y Sol, de pie en medio de la sala, y otras parejas, pasando, en espera de que rompiese el baile, alrededor de ellos. ¡Allí viene! ¡allí viene! dijo Juan, que tenía a Sol del brazo, señalando hacia el fondo del corredor, por donde a lo lejos venía al fin Lucía. Lucía, todo de negro.

Transcurren varios meses, durante los cuales la curiosidad pública, lejos de descaecer con la espera, se exacerba é irrita. De pronto, Coquelin aparece desesperado: Rostand se halla gravemente enfermo de neurastenia; los médicos le han prohibido trabajar.

»Con tal intensidad se ha posesionado de él este deseo, que me ha dado encargo de hacer a Felisa la proposición siguiente: »Dice que, según ellos convinieron, Felisa debe tener arreglados todos los documentos necesarios para la boda, y que como él tiene también corrientes los suyos, el matrimonio se puede celebrar en Madrid por poderes, luego de lo cual espera que ella venga inmediatamente a París, no a pasar una luna de miel, sino a cuidar a su marido enfermo.

¡Señorita! contestó el vasco con no menor alegría, cordialidad y sorpresa . ¡Yo que no la había conocido a usted! ¡necio de ! Ya se ve, son tantos los viajeros que uno lleva y trae y espera y despide en esa bendita estación.... ¡Jesús!

Esto se llama un carácter fácil... ¿Por qué no he de hacer lo que quiera mamá? replicó Paulina asombrada. Mamá no puede querer más que mi bien. , respondió Francisca muy nerviosa. Déjate conducir y guiar... No pienses... No hables... No andes... Tu mamá hará todo eso por ti... ¡Oh! Francisca... Y si necesitas sonarte, espera que tu madre te prepare el pañuelo, so mema... ¡Oh!