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Especuladores de Buenos Aires obtienen al mismo tiempo privilegios exclusivos para la explotación, con el designio de venderlos a las compañías inglesas por sumas enormes. Estas dos especulaciones, la de Inglaterra y la de Buenos Aires, se cruzaron en sus planes y no pudieron entenderse.

Su aparición en la Bolsa era saludada con entusiasmo; los especuladores, olfateando un indicio cualquiera, para lanzarse en las corrientes del alza, o de la baja, salían a su encuentro, le preguntaban, le seguían. ¿Qué dice don Bernardino? ¿compra oro? ¿vende cédulas? Misterio. El señor Esteven iba solo a charlar un rato, a ver a sus amigos, a tomar el pulso del mercado.

A éstos, antes de empezar, les indicaré que pueden hacer averiguaciones en Londres, en ese pequeño mundo de aventureros, especuladores, prestamistas y perdedores de dinero, conocido con el nombre de la City, donde estoy seguro que no tendrán dificultad alguna en obtener aún más detalles interesantes sobre el hombre de los misteriosos millones a que en parte se refiere esta narración.

Habia en el centro del salon una doble barrera, y en tanto que al lado exterior se agitaba el enjambre de embusteros, jugadores y especuladores, haciendo propuestas, difundiendo noticias contradictorias y remolineando en un hormigueo interminable, dentro del gran círculo estaban los agiotistas de primer órden, sosteniendo con admirable aplomo una telegrafía mímica que representaba el juego monetario, y en el círculo mas reducido se agitaban los agentes de cambio ó corredores, haciendo las muecas mas extrañas los unos, los otros gritando como energúmenos para anunciar cada propuesta ó pedido de fondos y cada puja, y otro en fin, impasible como el sacerdote del culto monetario, alzaba el brazo de tiempo en tiempo para marcar en un tablero el movimiento de alza y baja, en cifras convencionales que son como la teología del dinero.

Otro es el ilustre novelista D. Benito Pérez Galdós, embebido noche y día en un intenso trabajo literario, aprovechando todos los momentos de la existencia para preparar y escribir sus obras inmortales. Abandonemos, pues, para siempre el romanticismo bohemio, plaga de nuestra literatura, que degrada al escritor y lo pone a merced de los intrigantes políticos y de los especuladores avaros.

Cuando ya no vieron las cartas las soltaron y se despidieron hasta el día siguiente. La torga. En los días siguientes la cólera del capitán en vez de calmarse se fué exacerbando de un modo imponente. No hablaba de otra cosa. El día y la noche se los pasaba vociferando contra los mineros y especuladores, jurando, amenazando. «Que siga, que siga ese expediente de expropiación forzosa.

Varias veces en la Bolsa hacerse muy fuertes transacciones, sin la intervencion de agentes de cambio y sin buscar testigos esprofeso. Un dia que recorria yo, como observador, el vasto salon de la Bolsa de Barcelona, en el palacio de las Artes, me detuve delante de dos fuertes especuladores que hablaban así: ¿Tiene U. renta del tres? Tengo unos treinta mil duros. ¿A cómo?

Lo que te prometo es que, ese día, el día que yo le cobre las cuentas a Eneene de la manera que te he indicado, hago saltar la Bolsa en seguida, y si no ese día, la víspera, cuando no haya empezado el alboroto todavía: he de elegir la hora en que todos los especuladores estén reunidos tramando sus picardías: ¡ya subirán todos más alto que el mismo oro! te lo advierto, para que te cures en salud y no vayas por allí.

Al cabo es preciso persuadirse de que Inglaterra es todo en primera línea, excepto espiritual y artística, pues sus géneros de trabajo son los que los especuladores llaman positivos, como, si todo lo que es útil en el mundo no produjese riqueza. Las mas importantes ciudades del tránsito, entre Southampton y Lóndres, son las de Winchester y Bishopstoke.

Allí, grupos de leones afrancesados hablan de modas, cerca de otros grupos de especuladores ó meros chimógrafos que le van tomando aficion al deleite de la Bolsa.