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Este rasgo no era muy conforme con la reputación caballeresca de que goza su especie: pero el buen Mervyn, ha vivido mucho entre los hombres y supongo que se ha vuelto un poco filósofo. Cuando quise tomar mi impulso para seguirle, reconocí con enfado que era detenido, á mi turno, por la red de la náyade maligna y celosa, que al parecer reina en estos parajes.

El capitán era una especie de oso de mal humor. Hicimos un viaje horrible, con tiempo malísimo y mar borrascoso. El capitán, sin duda, no tenía por costumbre ocuparse del barco, y se metió en su camarote a intoxicarse con whisky. A la hora, apareció borracho, con la nariz roja y balbuceando, y en vista del temporal, intentó cambiar de rumbo y marchar a refugiarse a Inglaterra.

Curioso fuera saber á qué especie de sensibilidad pertenecen las ideas abstractas y los actos con que las percibimos; así como esos otros: yo quiero, no quiero, elijo esto, mas quiero esto que aquello.

Si suponemos que este hombre nada sabe de las teorías de probabilidades y combinaciones, que ni aun tiene noticia de esta ciencia, ni ha pensado nunca en cosas semejantes, su certeza será igual, sin embargo de que no podrá fundarla en cálculo de ninguna especie; igual la tendrán todos los circunstantes rudos ó cultos, ignorantes ó sabios: sin necesidad de reflexion, instantáneamente, todos dirán ó pensarán: «esto es imposible, esto no se verificará.» ¿En qué fundan, repito, tan fuerte conviccion?

En el corredor había una pileta de agua y en su fondo una especie de harapo flácido y gris, con redondeles negros en el dorso. Este animal atraía inmediatamente la curiosidad de los visitantes. Todos preguntaban por él.

Pero otras veces, las más, era el recuerdo de sus sueños de niño, precoz para ambicionar, el que le asaltaba, y entonces veía en aquella ciudad que se humillaba a sus plantas en derredor el colmo de sus deseos más locos. Era una especie de placer material, pensaba De Pas, el que sentía comparando sus ilusiones de la infancia con la realidad presente.

Sentía un placer inmenso, un deleite casi sensual, en sumergir la mirada en aquel aire transparente y límpido; me acometían vagos anhelos, ansias indefinibles que me producían una especie de desvanecimiento. Por un instante, se me borró hasta la noción de la existencia, hasta el pensamiento de Gloria, que tenía a cuatro pasos de distancia.

Llegaron a la calle de Rebollo, número 68, y paró el coche ante el hotel, especie de bombonera, más pretenciosa que artística, más bonita que lujosa.

Pues bien, señor, demostradme que sois sincero. Desde hace tiempo me pregunto por qué la condesa os persigue y espía sin cesar. ¿Por qué la amistad que me tenéis le inspira una especie de celos y la pone furiosa?... ¡Bah! es sólo porque me odia, y no le agrada que los servidores tengan por más respeto y afecto que por ella. Quiero creeros... ¿Si me engañarais, sin embargo?

Por lo que hace al mayor número de personajes, y á la mayor riqueza de la fábula de las obras religiosas de espectáculo de Gil Vicente, los nuevos editores portugueses de este poeta han echado á volar la especie, aunque sólo como sospecha, de que deben provenir del conocimiento de este autor de los misterios franceses.