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En los labios sinuosos del paisano se dibujó una sonrisa feroz y se dirigió hacia el sitio que ocupaba. Pero al pasar cerca de la mesa de los literatos percibió a Tristán y exclamó sonriente y espantoso: ¡Adiós, Tristanito! Hace ya una temporadita que no nos hemos visto. ¿Cómo va esa salud? Por Clarita y el chiquitín no le pregunto porque que están buenos. Nanín me lo ha dicho esta tarde.

Y con firme brazo se asestó una puñalada en el mismo sitio en que había herido á Sorege. Siguió de pie, pero la voz se extinguió en sus labios. Un hilo de sangre surgió de la garganta y se deslizó por el traje blanco. Sus ojos se nublaron. Novelli se levantó en este momento y se arrojó sobre su compañera gritando: ¡Socorro! ¡Se ha herido! Un espantoso rumor partió de todos los puntos de la sala.

Es la ansiedad mortal, la duda inexorable, es la inconsolable desesperación de una agonía sin porvenir, es el grito espantoso de la creación social en el momento de disolverse. En Werther hay la emoción profunda de algunas generaciones dolientes; en René la última convulsión de un mundo que muere.

Matar el aburrimiento. Quien fuera capaz de hacerle ese servicio a la humanidad sería el verdadero destructor de monstruos. Lo vulgar y lo fastidioso, toda la mitología de los paganos groseros no ha imaginado nada más sutil ni más espantoso.

Subía enero su cuesta invernal, desbordado en inclemencias, con los vientos desmelenados y las aguas roncas y turbias, borbollantes, fuera de sus cauces rotos... Subía, espantoso y fiero, con una nube torva en la frente y las recias abarcas chocleando sobre los lodazales del camino.

Hemos hecho una jornada horrible, en el tren, en el carruaje, en medio del polvo, ¡y con un calor! ¡Nos sirvieron un almuerzo tan espantoso esta mañana en el hotel! y debíamos volver a comer allá a las siete, en el mismo hotel, para tomar en seguida el tren de París... Pero comer aquí será mucho mejor. Ya no decís que no. ¡Ah! ¡cuán buena sois, mi Zuzie!

Las damas no retrocedieron, al poner las delicadas plantas en él, de vergüenza. El médico, que se había encargado de demostrarlo, las introdujo en las salas, y puso ante su vista el cuadro espantoso de la miseria humana. La mayor parte de los infelices enfermos estaban vestidos y sentados, unos sobre las camas, otros en sillas.

Todo aquel llanto era el disimulo de tantísimos días, sospechar callando, sentirse herida y no poder decir ni siquera ¡ay! «Esto es horrible, esto es espantoso; no hay mujer más desgraciada que yo... Y lo que es ahora, te aborreceré de veras, porque yo no puedo querer a quien no me quiere. Te quería más que a mi vida. ¡Qué tonta he sido!

Si esta explicación parece monstruosa y absurda, denme otra; muéstrenme la razón por qué coinciden de un modo tan espantoso su manejo de una estancia, sus prácticas y administración, con el gobierno, práctica y administración de Rosas; hasta su respeto de entonces por la propiedad es efecto de que el gaucho gobernador ¡es propietario! Facundo respetaba menos la propiedad que la vida.

Porque ¿dónde mayor desventura que enviudar a los veinticuatro años siendo hermosa y viéndose amada? ¡Qué espantoso rastro de pavor dejó en su pensamiento aquella noche del 31 de Octubre al 1.º Noviembre! ¡Cómo lo recordaba todo hasta con los menores detalles!