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Su situación prosperaba: pude advertirlo en diversas señales de relativa opulencia. La noche fue espantosa: una tempestad de fin de otoño duró sin interrupción desde la tarde hasta después del amanecer.

¡Vea usted! dijo Momo , una boca como una espuerta, que echa fuera sapos y culebras. ¿Y tu jeta? dijo María con una rabia, que esta vez no pudo contener , ¿y tu jeta espantosa, que no ha llegado de oreja a oreja, porque tu cara es tan ancha que se cansó a medio camino? Momo, en respuesta, cantó en tres tonos diferentes. ¡Gaviota! ¡Gaviota! ¡Gaviota!

Navarro dio un gran suspiro diciendo luego: Parecía que estábamos destinados a una rivalidad espantosa por toda la vida.... Un día, cuando ya éramos grandecitos, volvíamos de componer un aro de hierro en casa del tío Roque, y encontramos a Genara que salía de la escuela.... Aquí concluyeron los recuerdos.

El modo de andar de aquel hombre, de quien no percibía más que el bulto, no era de un campesino. Gonzalo dormía aquella noche en Sarrió. Además, su cuñado era mucho más alto. Fuertemente sobreexcitada por una idea espantosa, se acostó otra vez, pero no logró dormir. Todo el día siguiente estuvo triste y preocupada.

Pero cuán poco debia durar aquel incomparable espectáculo! Al mismo tiempo que se acercaba la divina aparicion, se iba levantando del fondo del lago de Lucerna, desde el pié del Pilatos hasta el vértice de Küssnach, una borrasca espantosa, y los fenómenos se sucedieron en la cuarta parte del tiempo necesario para describirlos rápidamente.

Por lo que , pude comprender que a bordo de cada navío había ocurrido una tragedia tan espantosa como la que yo mismo había presenciado, y dije para : «¡Cuánto desastre, Santo Dios, causado por las torpezas de un solo hombre!». Y aunque yo era entonces un chiquillo, recuerdo que pensé lo siguiente: «Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los disparates que hacen a veces las naciones, dirigidas por centenares de hombres de talento».

La espada se le cayó a Morsamor de la diestra; pero, con la rapidez del rayo, y sin dar tiempo a que el elefante le lanzase o le ahogase apretando, le agarró con la mano izquierda de una oreja, y desenvainando con la otra mano el acicalado puñal, que llevaba al cinto, le hundió hasta el puño en la cerviz de aquella fiera, con tino tan eficaz que en el acto perdió la vida, cayendo con estruendo por tierra su espantosa mole.

Era indudable que iba a verme libre de la vecindad de aquella horrible vieja, y que por fin vendría un ser humano a sustituir a la espantosa bruja que durante dos años había afeado mi perspectiva con el espectro de Medusa.

Antes, todo cuidado les parecía poco para él: ayer se quejó de que el café, por ser barato, era malo, y mi madre, con una calma espantosa, le respondió que peor estaría el cáliz de la amargura; y no lo dijo con intención dañina, sino porque oye a Tirso majaderías por el estilo.

»La violencia de la enfermedad ha sido espantosa: dice el médico que no recuerda tan fuerte ataque de viruelas. ¿Para qué aumentar tu pena refiriéndote detalladamente cuánto ha sufrido y nos ha hecho pasar? Donde más ha tenido ha sido en la cara; fue preciso atarle las manos para que no se destrozara, y aun así ha quedado completamente desfigurada.