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Y te espantas de pocas cosas : que sin este enamorado murciégalo , hay otros ochenta, para quien tiene repartidas las horas del día y de la noche. ¡Por vida del mundo dijo don Cleofás que la tenía por una santa!

Y antes que Miquis se lo diera, ella lo tomó de la mano de su amigo. «¿De qué te espantas, bobo?... ¿de mis nuevas maneras? Ahora soy así. Te diré... A los hombres, desplumarlos y sacarles las entrañas; quererlos, nunca. Sois muy antipáticos; os desprecio a todos. ¿Vas a meterte monja...? ¿De veras?... ¡Qué sombra! ¿Monja yo?

No; pero pensarán que no haces más que repetir lo que yo digo. Y dirán la verdad. Quién me dijo ahora, al salir de allá: «¿Viste, oiste? ¡Eso no es tocar! ¡Lástima de piano!» ¿No fuiste ? Pues entonces ¿de qué te espantas? Yo diré lo que me la gana. Ya lo sabes: ¡tan fea como tan franca! Me indignaba la murmuración de aquellas niñas tan mal educadas y tan cursis.

Y no me aprietes tanto, que me derribas; y en verdad que no de qué te turbas ni te espantas, que osaré jurar que en todos los días de mi vida he subido en cabalgadura de paso más llano: no parece sino que no nos movemos de un lugar. Destierra, amigo, el miedo, que, en efecto, la cosa va como ha de ir y el viento llevamos en popa.

»-No corre por ti esa razón -respondió Leonela-, porque el amor, según he oído decir, unas veces vuela y otras anda, con éste corre y con aquél va despacio, a unos entibia y a otros abrasa, a unos hiere y a otros mata, en un mesmo punto comienza la carrera de sus deseos y en aquel mesmo punto la acaba y concluye, por la mañana suele poner el cerco a una fortaleza y a la noche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista. Y, siendo así, ¿de qué te espantas, o de qué temes, si lo mismo debe de haber acontecido a Lotario, habiendo tomado el amor por instrumento de rendirnos la ausencia de mi señor? Y era forzoso que en ella se concluyese lo que el amor tenía determinado, sin dar tiempo al tiempo para que Anselmo le tuviese de volver, y con su presencia quedase imperfecta la obra. Porque el amor no tiene otro mejor ministro para ejecutar lo que desea que es la ocasión: de la ocasión se sirve en todos sus hechos, principalmente en los principios. Todo esto yo muy bien, más de experiencia que de oídas, y algún día te lo diré, señora, que yo también soy de carne y de sangre moza. Cuanto más, señora Camila, que no te entregaste ni diste tan luego, que primero no hubieses visto en los ojos, en los suspiros, en las razones y en las promesas y dádivas de Lotario toda su alma, viendo en ella y en sus virtudes cuán digno era Lotario de ser amado. Pues si esto es ansí, no te asalten la imaginación esos escrupulosos y melindrosos pensamientos, sino asegúrate que Lotario te estima como le estimas a él, y vive con contento y satisfación de que, ya que caíste en el lazo amoroso, es el que te aprieta de valor y de estima. Y que no sólo tiene las cuatro eses que dicen que han de tener los buenos enamorados, sino todo un ABC entero: si no, escúchame y verás como te le digo de coro.

Lo que me aconseja la Virgen siempre que le rezo con los ojos cerrados, es que te quiera mucho y me deje querer de ti... La tienes de tu parte, chiquillo... ¿De qué te espantas? Pues digo; yo le rezo a la Virgen y ella me protege, aunque yo sea mala. ¡Quién sabe lo que resultará de aquí, y si las cosas se volverán algún día lo que deben ser!

No se perdió reputación ninguna; otra cosa se perdió, si no la hechura, por no ser de ningún peso ni importancia, como parece por este soneto hecho por un valiente soldado, del que pongo los cuatro versos primeros por no hacer más á nuestro caso: ¿Quién eres que espantas sólo en verte? Soy muchedumbre de árboles cortados, Que sobre flaca arena fabricados Contra toda razón me llaman fuerte.

¿Quién eres, fiera ilusión, Que mis sentidos espantas? Sombra ó prodigio, ¿quién eres? El desengaño; ¿no hablan Por estas empresas todas Que miras? Cuenta mis canas, Cuando no puedas mis ojos, Y mira atrás con qué cara Doy carta de pago al mundo. ¿Dónde caminas?

Me espantas, Dorotea, yo no por qué tiemblo, yo, que no tiemblo por nada; yo que no me aterro; no eres franca conmigo, Dorotea; y debías serlo... porque yo soy... tu padre... á me debes la vida. Os lo agradezco, Manuel, os lo agradezco; nada temáis; no sucederá nada; don Juan me debe la vida también. Don Juan no te ama. Peor para él. Doña Clara le tiene loco.