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Las ideas se alborotaron un poco y necesitó someterlas para no embarullarse. Dando un gran suspiro, se pasó la mano por la cabeza, perdida la vista en el espacio.

Volviéronse, con esto, a sentar a comer de los despojos que había dejado el enemigo, muy de espacio, y estando en los postreros lances de la comida, entraron algunos mozos de mulas en la venta, llamando al Güésped y pidiendo vino, y tras ellos, en el mismo carruaje, una compañía de representantes que pasaban de Córdoba a la Corte, con ganas de tomar un refresco en la venta.

El estado del enfermo no permitía el movimiento y menos un largo viaje... Pero el telegrama decía vivo ó muerto... El P. Florentino dejó de tocar y se acercó á la ventana para contemplar el mar. La desierta superficie, sin un barco, sin una vela, nada le sugería. El islote que se distingue á lo lejos, solitario, solo le hablaba de su soledad y hacía más solitario el espacio.

Las partes del espacio son inseparables; las distinguiréis unas de otras, las contaréis unas despues de otras; las compararéis unas con otras, pondréis lo que quisiereis en unas y otras, mas no lograréis separarlas.

La necesidad de la aproximacion no basta para explicar ni las leyes del movimiento, ni su principio, ni su continuacion. La idea del espacio no es una condicion absolutamente necesaria para sentir. La idea de la extension tiene una objetividad real. El tránsito de la subjetividad á la objetividad es en lo tocante á la extension, un hecho primitivo de nuestra naturaleza.

Por otra parte dijo, no vale la pena de comenzar hoy mismo, para sólo medio día. Demostráronle que el caso era urgente, y tomó, en vista de ello, sus medidas. Mandaron a buscar a uno de sus amigos, el cual prometió reemplazarle por espacio de un mes. me traerás el pan todas las noches le dijo Romagné.

La mañana venida, levantámonos, y comienza a limpiar y sacudir sus calzas y jubón y sayo y capa -y yo que le servía de pelillo- y vístese muy a su placer de espacio. Echéle aguamanos, peinóse y puso su espada en el talabarte y, al tiempo que la ponía, díjome: "¡Oh, si supieses, mozo, qué pieza es ésta! No hay marco de oro en el mundo por que yo la diese.

Encuentro en la locomotiva que silba y da resoplidos como el viento, y devora el espacio como el rayo, un espiritualismo singular, prosaico si se quiere en sus resultados aparentes, pero infinitamente grandioso en su forma sensible y en sus lejanas ó trascendentales consecuencias.

Por encima del resplandor rojizo de la plaza abarcaba la vista una gran extensión de espacio, un cielo de verano, obscuro, límpido y profundo, matizado por el polvo brillante de las estrellas. Cuando cesó la música y comenzaron a apagarse las luces, los habitantes de la catedral sintieron cierta pereza en abandonar sus asientos. Estaban bien allí.

Silas, agitado por el temor más grande que podía asaltarlo, se precipitó hacia afuera gritando: «¡Eppie!», y corrió rápidamente hacia el espacio sin cerco, explorando las cavidades secas en que hubiera podido caer e interrogando en seguida con los ojos asustados la superficie lisa y rojiza del agua. Gotas frías de sudor le mojaron la frente. ¿Cuánto tiempo haría que había salido?