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Lo único que me atrevo a esperar de su amabilidad es que me firme el ejemplar. Lo haré con mucho gusto. El joven poeta estaba sobre brasas. El carácter de Núñez le inspiraba un vivo recelo. Así que no fue posible retenerle allí más tiempo a pesar de los esfuerzos que aquél hizo para ello. Mientras se alejaba a paso rápido todavía le gritaba: Mil enhorabuenas.

Entonces doña Rosalía, arrepentida sin duda de haber lastimado a su hijo, se revolvió furiosa contra Maximina. ¡Buena hipocritilla estás también! Haces la comedia y lloriqueas, hasta que consigues que yo le pegue... Ante aquella injusticia, la pobre niña quedó como aturdida un instante; en su semblante descompuesto se adivinaban los esfuerzos que hacía para no romper a llorar a gritos.

Penetradas por este gefe las intenciones de los rebeldes, aunque consideró remoto pudiesen verificar su proyecto, no dejó de tomar todas cuantas medidas le dictaban su práctica y esperiencia militar, para frustrar sus esfuerzos, y no esponerse á que por algun inesperado accidente ó casualidad, recobrasen la libertad unos reos de aquella naturaleza: y persuadiéndose que para su entera seguridad se requeria la presencia de su persona, determinó escoltarlos con una columna muy reforzada, dejando el resto del ejército en los campos de Quiquijana, Tinta y Langui, para que ocurriesen á cuanto pudiese suceder en el poco tiempo que calculó podia emplear en el viage; y dispuesto todo en la forma espresada, custodió á los delincuentes, hasta la puente de Urcos, donde se los entregó todos á D. José Cabero, Coronel del regimiento de dragones provinciales de Armaraes, que guarnecia aquel importante puesto, para que siguiese con ellos hasta la ciudad del Cuzco, é hiciese formal entrega de sus personas al Visitador, D. José Antonio de Areche, que se mantenia en ella, esperando el éxito de las operaciones del ejército, y tambien para providenciar cuanto fuese necesario á su resistencia.

No hace mucho, en la puerta, al partir, me dijo algunas palabras... Las palabras no decían nada; pero si hubierais visto su turbación, ¡a pesar de todos sus esfuerzos por contenerse!... Zuzie, mi Zuzie, por el cariño que os tengo, y Dios sabe cuán grande es, voy a revelaros mi convicción, mi convicción absoluta: si en vez de ser miss Percival, hubiera sido yo una pobre joven sin ningún dinero, Juan me habría tomado la mano, en ese momento, diciéndome que me amaba, y si así me hubiese hablado ¿sabéis lo que le habría respondido?

Y, cuando ya no podía más, cuando mis rodillas casi se doblaban bajo mi peso, seguía adelante, sin embargo, sostenida por este pensamiento: «Haz ver que eres por lo menos útil para algo, arréglate de modo que nunca sepa cuán poca cosa posee en realidad en tu persona...» Pero, ¿de qué sirve todo eso? Todos mis esfuerzos son enteramente inútiles.

El pobre animal, medio sofocado, cesó de hacer esfuerzos para romper sus ligaduras, y sus ladridos quejumbrosos tomaron el ahogado acento del estertor. En este momento, la señorita Margarita tomó mi brazo, y me dijo casi al oído en voz baja: Está perdido... venga, señor... ¡Alejémonos!

Aceptando esta explicación, he cavilado yo á veces, para explicarme nuestra decadencia, que tal vez la industria y los esfuerzos del trabajo manual han vuelto á colocar algo á modo de fuerza material aunque refinada sobre el más alto valer de las espirituales energías. Acaso provenga de este para nosotros lisonjero supuesto, que Espada haya decaído tanto.

Agarrados los unos a los otros estos insectos por sus alas secas extendidas, volaban en montón, y a pesar de nuestros gritos y de nuestros esfuerzos, la nube no cesaba de avanzar, proyectando en la llanura una sombra inmensa. Pronto estuvo sobre nuestras cabezas; en los bordes viose durante un segundo un desgarrón, una rotura.

Todos los esfuerzos que habían hecho hasta allí los oyentes para contener la risa, fueron infructuosos. La carcajada fue tan simultánea y tan estrepitosa, que el general calló de repente y les echó una mirada indignada.

Al contrario, cuantos más esfuerzos hacía para adquirir aplomo y desembarazo delante de ella, mejor se mostraba la emoción que le embargaba. Al principio la hablaba con cierta serenidad, se autorizaba alguna bromita o frase ingeniosa; después esta serenidad se fué perdiendo, las bromas cesaron. No se podía acercar a ella sin turbarse, no podía darle la mano sin un leve temblor.