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Las reglas le parecen duras añadió sonriendo; pero le aseguro que para nosotros no lo son, ni sufrimos absolutamente nada. Todas ellas son benéficas para la felicidad y el bienestar del hombre. De nuevo traté de hacer recaer la conversación en lo que me interesaba, esforzándome en conseguir algunos datos sobre el secreto misterioso del muerto, que estaba convencido de que le era conocido.

Decididamente, hay unanimidad en las quejas contra la educación de las jóvenes actuales... Tengo aquí otras cartas en el mismo sentido. ¿? exclamé esforzándome por olvidar al señor Baltet para no pensar más que en la correspondencia de la de Ribert. ¿Qué se les reprocha de nuevo? De nuevo, poco.

Carecía de voluntad: el «servicio» la había convertido en un autómata. Y aquí estoy; sospechando que tal vez marcho á la muerte, pero cumpliendo los encargos que recibo; esforzándome por ser grata y retardar de este modo el cumplimiento de su venganza... Soy como un condenado que sabe que va á morir y procura hacerse necesario, para demorar unos meses su sentencia.

Yo, que había hecho mi declaración por la mañana con tantos miramientos, esforzándome en velar a Cupido con mil espesos tules, quedé aterrado ante aquella... ¿por qué no decirlo? ante aquella desvergüenza. Y me sorprendió no poco que ella, una religiosa, por más que estuviera en vísperas de secularizarse, escuchase con tal paciencia y respondiese a semejantes groserías.

Al fin vino mi amo a la puerta de la calle, y ábrela, esforzándome, que bien era menester, según el miedo y alteración, y me tornó a encaminar. Mas, aunque comimos bien aquel día, maldito el gusto yo tomaba en ello, ni en aquellos tres días torné en mi color. Y mi amo muy risueño todas las veces que se le acordaba aquella mi consideración.

Mas, pues Dios lo ha hecho mejor y pasan adelante, abre, abre, y ve por de comer." "Dejálos, señor, acaben de pasar la calle", dije yo. Al fin vino mi amo a la puerta de la calle, y ábrela esforzándome, que bien era menester, según el miedo y alteración, y me torno a encaminar.

Pasó por mi imaginación un personaje dramático. Con la vista fija en el chisporroteante fuego, pensaba para mis adentros cuál podría ser, esforzándome en seguir el hilo de mis memorias hacia el revuelto pasado, cuando una mujercita de tímido aspecto apareció en la puerta, y apoyándose pesadamente contra el marco, dijo con voz débil. ¡Marido!

Hice seña de que sin decir nada y me oprimí el pecho con las dos manos; en seguida, cuando él lo notó, las dejé caer, pero retrocedí tres pasos tambaleándome y fue un milagro si conseguí mantenerme en pie. Inquieto, él se me acercó. Estoy cansada dije, esforzándome por sonreír. Ven, vamos a sentarnos, la noche es larga.

Mientras estaba allí sentado con la hija del muerto, esforzándome en convencerla de que recibiera sin marcada hostilidad al misterioso individuo, no podía dejar de notar el vívido contraste entre el lujo de todo lo que la rodeaba y la pesada carga de tribulaciones de su corazón.

Nos casamos en Wymondham, en el condado de Norfolk. Cuénteme toda la historia, Mabel la insté, después de una pausa prolongada, esforzándome por conservar una fingida calma exterior, que no coincidía ciertamente con mis sentimientos más íntimos y profundos. Su pecho se levantaba y bajaba jadeante debajo de sus encajes y chiffons, sus grandes ojos maravillosos brillaban llenos de lágrimas.