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Rostro acuchillado con varios chirlos y jirones tan bien avenidos y colocados de trecho en trecho, que más parecían nacidos en aquella cara que efectos de encuentros desgraciados; mirar bizco, como de quien mira y no mira; barbas independientes, crecidas y que daban claros indicios de no tener con las navajas todo aquel trato y familiaridad que exige el aseo; ruin sombrero con oficios de quitaguas; capa de éstas que no tapan lo que llevan debajo, con muchas cenefas de barro de Madrid; botas o zapatos, que esto no se conocía, con más lodo que cordobán; uñas de escribano, y una pierna de dos que tenía, en vez de sustentar la carga del cuerpo, le servía a éste de carga, y era de él sustentada, por donde del tal corredor se podía decir exactamente aquello de que Tripas llevan pies; metal de voz, además, que a todos los ruidos desapacibles se asemejaba, y aire, en fin, misterioso y escudriñador.

Entonces, después de escudriñar minuciosamente el alma del joven clérigo, y de descubrir muchos materiales preciosos en la forma de elevadas aspiraciones por el bienestar de la raza humana, amor ferviente de las almas, sentimientos puros, piedad natural fortalecida por la meditación y el estudio, é iluminada por la revelación, todo lo cual, si bien oro de muchos quilates, no tenía valor ninguno para el escudriñador médico, éste, aunque desalentado, empezaba sus investigaciones en otra dirección.

Tan mezclados están, que no hay quien pueda Discernir qual es malo, ó qual es bueno, Qual es GARCILASISTA, ó TIMONEDA. Pero un mancebo de ignorancia ageno, Grande escudriñador de toda historia, Rayo en la pluma, y en la voz un trueno, Llegó, tan rica el alma de memoria, De sana voluntad y entendimiento, Que fue de Febo y de las musas gloria.

Dice Cide Hamete, puntualísimo escudriñador de los átomos desta verdadera historia, que al tiempo que doña Rodríguez salió de su aposento para ir a la estancia de don Quijote, otra dueña que con ella dormía lo sintió, y que, como todas las dueñas son amigas de saber, entender y oler, se fue tras ella, con tanto silencio, que la buena Rodríguez no lo echó de ver; y, así como la dueña la vio entrar en la estancia de don Quijote, porque no faltase en ella la general costumbre que todas las dueñas tienen de ser chismosas, al momento lo fue a poner en pico a su señora la duquesa, de cómo doña Rodríguez quedaba en el aposento de don Quijote.

Y otrosí, como la Inquisición haya notado que yo no tenía al pecho su medalla, y por ella me haya pedido, y yo, no atreviéndome ni debiéndome atrever a engañar a la Santa Inquisición, la verdad haya respondido, por esto se me ha castigado con suspensión del oficio y de las preeminencias que en la Inquisición tengo, por un año; se me ha impuesto una multa de cien ducados para obras pías, y se me ha mandado que a vos venga y la medalla os pida, y os aperciba para que de ahora en adelante, y en toda vuestra vida no volváis a solicitar su posesión, que por ser vos persona extraña al Santo Oficio, y sobre todo hembra, no podéis poseerla ni aun tocarla, sin incurrir en una especie de pecado, que no es verdaderamente sacrilegio, ni deja de serlo; y que cuando os haya reprendido bien sobre esto, y apercibídoos y anunciádoos que tiene puesto la Inquisición sobre vos su ojo perspicaz y escudriñador, que todo lo ve y lo descubre, y lo juzga y lo castiga, la medalla os pida y a entregarla al Santo Oficio vaya, después de lo cual me llevarán a los capuchinos de la Paciencia, bien recomendado para que a severos ejercicios se me someta, y en rigoroso ayuno y encierro se me ponga.

La prueba resulta bien; pero al tendero no le basta. Con un ojo escudriñador y terrible que parece salirse de su órbita examina detenidamente las dos caras del duro. Luego vuelve a sacudirlo y, por último, lo muerde. Lo muerde con tal furia que debe de mellarlo. Y el duro triunfa. España es el país del mundo en donde un duro tiene más importancia.

, que a vuestra merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta que debe de ser peor que mazmorra. -Ata y calla -respondió don Quijote-, que tal empresa como aquésta, Sancho amigo, para estaba guardada.