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Y cada vez que terminase un verso... un beso; a cada estrofa concluida, seis, doce... una lluvia; y cuando diese fin a la obra, él la leería con su voz de oro, y ella escucharía arrodillada a sus pies adorándolo como un dios: «¡Oh, mi novio, mi Tannhauser!... ¡Poeta colosal!».

Después tornó á la alacena y fué sacando con calma y poniendo sobre la mesa un gran pedazo de salchichón, dos bollos de pan y una botella de vino. Octavio le dejó hacer, mirando todo aquel aparato con ojos resignados. Comprendió que el cura no escucharía una palabra si antes no tomaba algo.

»¡Oh, Dios mío! ¿Qué no daría yo por ser en realidad su hermana? ¡Ah! Si lo fuera, me escucharía usted cuando yo le dijera: » Amaury, hermano mío, no seré yo quien te aconseje que olvides y traiciones un recuerdo sagrado. que tu corazón ha muerto para el amor y que ninguna mujer habrá ya de conmoverte. Justo es que seas fiel a tu muerta adorada; así obras con lealtad y así debes portarte.

Vería en el local a algún ministro más o menos solemne, oiría leer cartas y telegramas de adhesión, escucharía discursos llenos de lugares comunes y todo me parecería que se deslizaba en una armonía perfecta y que era completamente natural. Pero Julio Antonio no ha hecho una obra cualquiera.

En tan grave situación á todos aconsejaba moderación y prudencia, pues aun esperaba en la justicia y rectitud del Congreso de los Estados Unidos que no aprobaría las tendencias del partido imperialista, y escucharía la voz del almirante Dewey, que, como alto representante de América en estas islas, concertó y pactó conmigo y el pueblo filipino, el reconocimiento de nuestra Independencia.

Espera un instante; déjame escuchar la serenata de ese ruiseñor que canta encima de nosotros. Si yo tuviese su voz y su inspiración, hermosa mía, también pasaría la noche cantándote al oído el himno del amor. No aquí dijo ella riendo y poniéndose en pie , porque aquí no te escucharía. ¡Un instante, un instante nada más!

Su padre había dicho en un arranque de enojo que consideraría como enemigo a cualquiera que le hablase del asunto, que no le escucharía y le arrojaría de su casa. Fue preciso resignarse por el momento, esperando tiempo más propicio. Sin embargo, la piadosa joven manifestaba cada día mayores y más vehementes deseos de abandonar el mundo para siempre.