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Los dependientes le temblábamos, sin embargo, porque era áspero y cruel con nosotros, y cuando sentíamos sus pisadas en el escritorio, no sólo guardábamos un profundo silencio, sino que volcábamos la cara sobre nuestras mesas y hacíamos lo posible por aparecer abstraídos en nuestra tarea.

Melchor las tomó con cierta displicencia, preocupado con el incidente en el Paso, y fue a sentarse en el escritorio, donde se aplicó a la tarea de leerlas mientras Lorenzo hacía lo propio acompañando a Ricardo en la mesa, junto con Baldomero.

Pero su franqueza de viejo marino se sobrepuso. ¡Qué porra! eres de la familia y debes saberlo todo. Además, eres mi amigo y quieres á Pepe. ¡Ay, planeta! Aquello ya no es casa, es un convento, y cualquier día, el que fué nuestro grande hombre acabará por traernos el Padre Paulí al escritorio, para que dirija á los empleados. No se separa de él un instante.

Era el escritorio; el paraje más temible y peligroso de la comarca. Decía Paco Ruiz á sus amigotes del café que prefería ir á medianoche al cementerio á llegarse á las doce del día al escritorio de D. Marcelino.

No por esto olvidaba a su protector. ¡Ay, aquel don Pablo, cuánto bien le había hecho! Por él, su hijo Fermín era un caballero. El viejo Dupont, al ver la actividad que mostraba el muchacho en su escritorio, donde había entrado como zagal para los recados, quiso ayudarle con su protección. Fermín se había instruido aprovechando la presencia en Jerez de Salvatierra.

Si ya sabía que andaba en grande con el chico de Esteven, pero ella no se lo perdonaba, porque no debía olvidar que aquella familia era enemiga de la suya y la causante de la triste situación en que se hallaban. Pero, ¿qué culpa tiene Jacintito, tía Silda? Es un excelente muchacho, muy alegre y muy trabajador, a pesar de su fortuna; ¡ha puesto un escritorio de corretajes en la calle Piedad!

Pero lo gordo, lo grave, lo extraordinario que en aquel fatal fin de mes ocurrió al asendereado chico, fué el rompimiento con su socio, míster Robert. Rechazado por su padre, desoído por el usurero, entró en el escritorio, dispuesto a sacar de la caja los cincuenta mil pesos que necesitaba, si los había, o a girar contra la casa, si no los había.

Fundábanse los que tan feo vicio imputaban al irlandés, en que cuando pasaba por la calle la Majestad de Fernando ó Amalia, la Alteza de mi tío el doctor ó de don Carlos, el buen comerciante dejaba apresuradamente su vara y su escritorio para correr á la puerta, asomándose con ansiedad y mirando la real comitiva con muestras de ternura y adhesión.

Otra vez el español de la tienda se vio apremiado por los llamamientos de aquellos señores, que pedían toda clase de artículos de escritorio, como si estuviesen en una oficina. Sólo pudo ofrecerles una ampolleta de tinta clarucha y una pluma roma.

En el escritorio y en el almacén aparecieron los primeros mecheros de gas hacia el año 49, y el famoso velón de cuatro luces recibió tan tremenda bofetada de la dura mano del progreso, que no se le volvió a ver más por ninguna parte.