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Tanto osamos escribir, y se nos vino la casa a cuestas... Hasta de mal patriota nos acusó un quechuista; y un señor Pacheco Zegarra, entre otros cultos piropos, nos llamó ignorante y charlatán. Con razones de ese fuste nos dimos por convencidos de que habíamos estampado un disparate de a folio.

A un dramaturgo le basta con escribir al margen de su original la siguiente acotación: «Salón elegante. Es de noche. Fulana y Zutana aparecen por la izquierda y en trajes de baile...» No necesita añadir más; el resto queda encomendado á la diligencia de los comediantes y del director de escena.

Durante tres días el héroe no se ocupaba más que de reunir datos para escribir una memoria sobre el sangriento acontecimiento del día 16, y buscaba referencias, interrogaba a los testigos oculares, bebía en las mismas fuentes de la verdad histórica, perseguía detalles, frases, accidentes mil, y esas pequeñeces de que tanto jugo suele sacar la diligente Clio.

Antes de escribir dejó hablar al pensamiento. Cuando el lápiz trazó el primer verso, ya estaba terminada, dentro del alma, la primera estancia.

De mi parte y de la de todos estos cristianos que están conmigo, te ofrezco de hacer por ti todo lo que pudiéremos, hasta morir. No dejes de escribirme y avisarme lo que pensares hacer, que yo te responderé siempre; que el grande Alá nos ha dado un cristiano cautivo que sabe hablar y escribir tu lengua tan bien como lo verás por este papel.

Mi querido primo: Para distraer mis penas egoístas al considerarme tan viejo y tan quebrantado de salud, y mis penas patrióticas al considerar a España tan abatida, he soltado el freno a la imaginación, que no le tuvo nunca muy firme, y la he echado a volar por esos mundos de Dios, para escribir la novela que te dedico.

Ballester, que no comprende esto, ni lo comprenderá nunca, se enfadó conmigo y no me quería dar papel y tinta para escribir la fórmula y dejarla consignada... Temo que se me escape, que se me vaya de la cabeza... Mi memoria es una jaula abierta, y los pájaros... pif...

No es aquí, en fin, profesión el escribir, ni afición el leer, ambas cosas son pasatiempo de gente vaga o mal entretenida: que no puede ser hombre de provecho quien no es por lo menos tonto y mayorazgo. ¡Oh tiempo y edad venturosa!

Durante el día bajaba con sus compañeros de prisión a pasar el tiempo jugando, única cosa que les era permitido. Ni aun se les permitía escribir a sus familias. Este aislamiento no fue para mi padre de larga duración.

Mi espíritu muy inclinado á las contradicciones, si bien más aparentes que reales, me ha llevado á decir cuanto va dicho, sobrado extensamente si se mira al objeto que hoy me mueve á escribir, y me lleva en seguida á añadir algo que parece diametralmente opuesto.