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Cuando leyó la carta antes de enviarla comprendió que no estaba bien, que todo aquello era ridículo. Sin embargo no quiso escribir otra. Alzó los hombros con desdén y exclamó sonriendo maliciosamente: «¡Bien está! Que lo tome como quieraEn el Sotillo sintió los únicos momentos de sosiego que había disfrutado desde hacía quince meses.

Este había salido de la terraza por el salón de lectura, y entrando en un gabinete, cogió pluma y papel, y con letra inverosímil, púsose a escribir esta carta: «Mi querida María...».

Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia acostaban al padre, él se puso a escribir.

Los asuntos, á que hubo de atender en el desempeño de su cargo monacal, no le impidieron escribir numerosas obras literarias; pero su fecundidad fué mucho mayor en el género dramático, y en esa parte sólo conoce por rival á Lope de Vega.

Yo le brindo la idea de escribir acerca de Poe ocultista al espíritu que más sabe de esto y de otras muchas cosas: a Mario Roso de Luna. He conocido muchos poetas borrachos, que pudiéramos llamar borrachos románticos. En su labor literaria no existe jamás la terrible visión de Poe, ni su armonía matemática. Fueron y son viciosos del alcohol, sin que su vicio favorito influya en su obra.

Tenía colgado de la pared un Cristo de marfil, clavado en una cruz de ébano, y de rodillas ante él, rezó y pidió perdón de sus pecados y de las blasfemias y maldades que acababa de escribir a fin de libertarse de ellas y de no volver a pensar en ellas, si era posible.

Faltaba a aquella belleza, no obstante, un soplo de vida que la animase. Era lo que se llama vulgarmente un rostro parado. Oye, hija mía; ve a mi cuarto, abre el segundo cajón de la izquierda de la mesa de escribir y tráeme la petaca. La niña se alejó presurosa y no tardó en volver con ella. Vamos a fumar al comedor dijo don Mariano tomando a don Máximo del brazo.

Resignado o no resignado con el fallo del público, dejó de escribir dramas y adoptó el noble papel de protector de autores y artistas desconocidos y de empresas arruinadas. El joven provinciano que llegase a Madrid con un drama en el bolsillo, no podía emprender camino mejor para verlo representado que el de la casa de D. Jerónimo. Todo lo acogía con los brazos abiertos, malo y bueno.

Después que los niños fueron á estudiar sus lecciones se puso á escribir una carta. Antes de terminarla recibió la visita de su hermana Matilde, que habitaba como señora la casa de Estrada. Sus padres habían fallecido y también una de sus hermanas. Otra, llamada Ángela, se había casado con un ingeniero belga y se había ido á establecer á Andalucía.

En este momento acabo de escribir a mi madre que se encuentra en Liorna preparándose para embarcar con dirección a España, acompañando a la señorita de Orleans. Que tenga un feliz viaje y Dios bendiga las aguas que han de atravesar para que no le sucedan las desgracias que tanto teme. M. de Pierreclos ha sido borrado de la lista de los emigrados y nos ha visitado hoy.