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El seráfico don José, que fué también de los del pacto de los piratas, se nos murió del vómito. Verdaderamente, aquel hombre era un santo. Murió reconociendo que era un gran pecador y lamentando no tener un cura católico a su lado. Los vascos nos libramos del vómito negro y del escorbuto, que comenzó también a presentarse en el barco.

Lo que es en este viaje no habrá temor de escorbuto ó tifus; porque con el cirujano de abordo, y este otro médico, nuestro único peligro serán las píldoras ó las drogas que nos administren, pues tengo en el buque una buena provisión de medicinas que compré á un buque español. ¿Qué está Vd. diciendo? preguntó Ester con mayor alarma de la que quisiera haber mostrado. ¿Tiene Vd. otro pasajero?

En vista de esto se mandaron á lo último todos los enfermos á las fuentes, y sin otra medicina que beber de aquella agua, todos convalecieron y volvieron sanos: y esto comiendo carne salada, por falta de dietas, y pan de pestilente harina. Luego parece que aquella agua es sumamente sana y el mejor antídoto del escorbuto.

Sin esperanzas de que llegasen en su socorro fuerzas de la Península, ni de que en el país hubiese una reacción en favor del sistema colonial, viendo a sus compañeros desaparecer día a día, diezmados por el escorbuto y por las balas republicanas, no por eso desmayó un instante la indomable terquedad del castellano del Callao.

El agua de las fuentes del puerto de San José no es tan fina como la de este rio, que es muy superior á aquella, aunque algo gruesa: es agua potable y muy sana; esto lo acredita la experiencia, pues al principio de la expedicion, habiendo asaltado el escorbuto á nuestra gente, todos los que entraban en el hospital no salian sino para la sepultura.

Este contrario suceso lo ocasionó la arribada que hizo á Buenos Aires D. Basilio Villarino del Rio Negro, donde le despachó el Super-intendente D. Francisco de Viedma, para que socorriese el puerto de San José, con la mucha aguada que conducia el bergantin Nuestra Señora del Carmen y Animas, y la pérdida de la urca, llamada la Visitacion, que estaba para hacerse á la vela en aquella bahía á conducir auxilios á la de San José: pues á haber logrado cualquiera de estos socorros, no se hubiera arraigado el escorbuto con muerte de 28 hombres; no se hubiera desamparado aquel puesto, ni ocasionado la pérdida de los efectos y viveres que allí quedaron.

Pero como todo llegó tarde, no bastó á contener la desgraciada suerte que sufren; que, aunque no tan infelices, como las de Sarmiento en el estrecho de Magallanes, han tenido casi la misma inutilidad los gastos, trabajos, pérdidas y muertes que costaron para llevarlas al estado en que se hallaban al tiempo de su abandono; pues el de San Julian ya tenia habitaciones para repararse con alguna comodidad de la inclemencia de los tiempos; cuyo abrigo cortó el escorbuto causado de los muchos frios de aquel clima.

Los marinos, con Jerez combaten el escorbuto, y los santos misioneros han reducido con él en Australia los casos de anemia ocasionados por el clima y los sufrimientos... ¿Cómo, señores, no ha de realizar tales prodigios un vino de Jerez de buena y genuina procedencia?

El presidente marqués de Torre-Tagle y su vicepresidente don Diego Aliaga, los condes de San Juan de Lurigancho, de Castellón y de Fuente González, y otros personajes de la nobleza colonial, habían muerto víctimas del escorbuto y de la disentería que se desarrollan en toda plaza mal abastecida.

El resto había sucumbido al rigor de la peste y de las balas republicanas. En las calles del Callao, donde un año antes pasaban de 8.000 los asilados o partidarios del rey, apenas si llegaban a 700 almas las que presenciaron el desenlace del sitio. Según García Camba, fueron 6.000 las víctimas del escorbuto y 767 los que murieron combatiendo.