United States or Hungary ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pablito hacía frecuentes, excursiones a los corredores, donde, por rara casualidad, tropezaba casi siempre a Nieves y la hacía pagar derechos de peaje. A veces, sus carcajadas reprimidas llegaban hasta el cuarto de la enferma, y ésta sonreía con benevolencia diciendo a Cecilia: ¡Qué locos! Sin ocurrírsele, por supuesto, que su adorado hijo pudiera hacer otra cosa que jugar al escondite.

En cuanto el cura se echaba a la calle, salía doña Lupe de su escondite para ofrecer a Maximiliano un poco de aquella sabrosa fruta, y entraba en su cuarto con el platito y la cucharilla. Agradecía mucho estas finezas el chico, y se comía la golosina.

La niña rezagada de nuestra historia seguía siempre, y aunque de lejos, las evoluciones de las que corrían, y frecuentemente, al encontrarse con alguna de ellas, corría también, como si se forjara la ilusión de que la perseguían al escondite o la disputaban el sitio a las cuatro esquinas.

Tal había sido la declaración del tejedor. Sin embargo, Silas se aferraba fuertemente a la idea de que el buhonero era el culpable probablemente por la única razón que ésta le presentaba la imagen clara de un sitio en que podía estar su oro, después de haber sido quitado del escondite: le parecía verlo ahora en la caja del buhonero.

La Gorgheggi y su adorador se vieron un momento solos en aquel escondite; ella, después de saludar y sonreír al galán como solía, radiante ahora de justa satisfacción por los aplausos que aún resonaban allá afuera, se turbó un punto, buscando con torpe mano el éxito de aquella especie de trampa; y no lo encontró, como si anduviera ciega.

Tenemos sospechas agregó de que en esta ciudad existe un escondite de conspiradores, donde continuamente se reciben mensajes sediciosos de Aragón y Valencia. Pero todo esto, señor canónigo, precisamos saberlo con certeza, pues la mayoría del Ayuntamiento aboga por ellos, y abundan en toda España señores de título que, por no ver sus tierras abandonadas, les tienden solapadamente la mano.

Al cuarto de hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja, dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca: entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite, diciendo: Oye, Pateta.

En sus últimas excursiones a Francia había buscado mucho, y hallado al fin, en una de sus ciudades, más nombradas, otro refugio donde guardar su tesoro por largo tiempo, cuando le sacara del escondite de Madrid. Esta ocasión se iba acercando por instantes.

¿Pero será cierto que se gustan? preguntó la joven artesana, oyendo a su compañera expresarse tan claramente. ¡Chica, yo no ! Lo que te puedo decir es que D. Narciso no sale de su casa, y que muchos días desde la ventana de mi cuarto los veo correr uno tras de otro por el jardín de Montesinos jugando al escondite... Tanto, que se lo he dicho. ¡Se lo has dicho! exclamó la otra, estupefacta.

En el paroxismo de su miedo, tuvo, sin embargo, bastante presencia de ánimo para no gritar; quiso correr, mas le faltaron las fuerzas. Maquinalmente salí de mi escondite, dando algunos pasos hacia ella, la vi temblorosa con los ojos desencajados y las manos abiertas, acerqueme más, y le dije en voz muy baja: Soy yo; ¿no me conoces?