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Para un náufrago de la existencia como lo era ella, la solución que se le presentaba era, si no la dicha, al menos la vida, y, sobre todo, el término cierto, seguro, de su pesada esclavitud.

Era célebre Etruria por sus sabios, y por sus jarros de barro negro, con figuras de relieve, y por sus estatuas y sarcófagos de tierra cocida, y por sus pinturas en los muros, y sus trabajos en metal. Pero con la esclavitud se hicieron viciosos y ricos, como sus dueños los romanos. Vivían en palacios, y no en sus casas de antes; y su gusto mayor era comer horas enteras acostados.

Después recordó a la «queridita» infeliz, con cierta ligereza, sin dar importancia a aquella pasión de Maltrana. ¿Se había consolado? ¿Tenía ya alguna otra como sustituta? ¡Ah, bohemio incorregible! Para él era la vida: libre, mujeriego y sin la esclavitud de ocupaciones apremiantes. Después contrajo la frente, como si concretase sus recuerdos.

Mala traza tienen de entronizarse los superhombres, si hemos de juzgar fiel la pintura que hace el señor Gener de la sociedad presente: «Los más astutos, dice, escalando el poder directamente, o con la protección de las leyes, amparándose del dinero, se han impuesto, y las sociedades hoy gimen en una esclavitud mil veces peor que la antigua.

Urquiola había dado un abortivo á aquella infeliz que vivía en los barrios altos y era su amante, sufriendo en silencio una esclavitud de miseria y de golpes, enamorada sin duda, de la fachenda del atleta y de su petulancia nobiliaria.

Sin embargo, yo sabía que visitaba todas las noches a doña María; pero su reserva en este punto era una reserva sepulcral. Sólo una vez dejó traslucir algo y voy a decir cómo. Durante muchos días estuve sin poder ir a Cádiz, a causa de las ocupaciones del servicio, y esta esclavitud me daba tanto fastidio como pesadumbre.

Suya es la gloria de haber revelado plenamente acentuando la más firme nota de belleza moral de nuestra civilización la grandeza y el poder del trabajo; esa fuerza bendita que la antigüedad abandonaba a la abyección de la esclavitud y que hoy identificamos con la más alta expresión de la dignidad humana, fundada en la conciencia y en la actividad del propio mérito.

Los hijos que nacian de sus siervos les eran quitados desde el punto de nacer, cuando los cristianos conservaban los de los suyos en la propia esclavitud que tenian sus padres.

Los dueños de las «pulperías» enclavadas en la vertiente de los Andes sobre el Pacífico le vieron pasar hacia la Puna de Atacama con su mula decrépita pero todavía animosa. Tenía la energía de los animales humildes, que hasta el último momento de su existencia aceptan la esclavitud del trabajo. En vano aquellos hombres dieron consejos al gaucho para que volviese atrás.

Un día la mestiza, á quien sirve la niña, necesitó un ser de sus condiciones; habló con la cabecilla, y previos justos y legítimos pagos, le transmitió la propiedad, sin que para nada interviniera la voluntad de la enajenada. Se dirá: pero la esclavitud ¿existe en Filipinas? ¿no hay leyes? ¿no velan justos tribunales? Los hay; pero ¿qué sabe la pobre niña de leyes, de jueces, ni de derechos?