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Mimada y socorrida, hermoseada por la limpieza y el esmero, con el cabello alisado sobre las sienes y el alma aquietada, la niña de Luzmela cerró los ojos en la placidez de un sueño leve, incompleto, que no la desligaba de la realidad y la permitía memorar los suplicios de sus cinco años de esclavitud al través de la sonrisa de su libertad.

Cierto que continuaba siendo esclava de sus antojos; pero no con la abnegación incansable de antes. Aquella esclavitud no era ya amoroso entretenimiento, sino carga abrumadora, cruz de enorme peso.

Después de media hora de lucha, los dos volvieron a la Rectoral; entró él, ella detrás y cerró por dentro después de decir a un perro que ladraba: ¡Chito, Nay, que es el amo! Paula fue el tirano del cura desde aquella noche, sin mengua de su honor. Un momento de flaqueza en la soledad le costó al párroco, sin saciar el apetito, muchos años de esclavitud.

Representaba un consuelo en medio de su esclavitud tocar con sus manos este bote, que le hacía recordar el mundo de sus semejantes. Pero apenas intentó avanzar hacia el interior del puerto, uno de los buques de guerra que le vigilaban forzó sus máquinas para cortarle el paso, colocándose ante él.

La voz de doña Cristina volvió de nuevo al oído de su hija: Es verdad Padre: yo tengo la culpa. ¡Pero es una esclavitud tan dura!... Yo no he nacido para eso. Ya sabe usted que mi vocación me llamaba á otra parte. Pero la juventud se engaña siempre y ¡era yo entonces tan niña!...

En los días de barbarie, cuyo recuerdo está ligado a todas las ideas de ignorancia y de esclavitud, el vulgo ha querido dar forma escrita a sus prejuicios y ha dicho: ¡Estas son las leyes! ¡Extraña ceguera de la humanidad, espectáculo digno de desprecio el de tantas generaciones gobernadas por una generación extinguida, y el de tantos siglos regidos por un siglo oscuro!

Vivian sin tener confianza en las leyes presentes, i temerosos siempre de las futuras; porque todas se ordenaban con el propósito de hacerles mas bajo i miserable su estado. Hablar con una persona, no reputada por verdadero cristiano, les traia la pérdida de su libertad i una perpétua esclavitud.

Era una cosa blanda que se retorcía lanzando ahogados chillidos, aprisionada por la arena y el arco de puente que formaban sus zapatos entre la planta y el tacón. Se inclinó hasta tocar el suelo y, levantando el pie, extrajo aquella cosa animada de su dolorosa esclavitud. Vió que eran dos hombrecillos sobre los que había puesto su pie sin saberlo.

Pero ¡caso extraño y raro! la teoría del célebre crítico alemán, tan brillante y de claridad tan avasalladora, no tuvo en España el influjo y la resonancia que debiera. La noble nación española, después de una lucha gloriosa, sacudió el yugo político que se proponía imponerle el estado vecino; no así su esclavitud á las leyes literarias, que había recibido antes del mismo.

Llevaba siempre consigo a Gláfira, mantenía su promesa jactanciosa de hacerla reina, y ahora esperaba hacerla reina en su patria, mucho antes de que se le borrase el apasionado signo de esclavitud que le había puesto en el cuello. Creta estaba en poder de los bizantinos cuando los forajidos andaluces desembarcaron en sus costas.