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Cuando se sufre una esclavitud de miles de años, el mal recuerdo y la venganza resultan inevitables. Hoy las mujeres se han acostumbrado á su situación dominante, y el amor y la vida íntima en la casa les hacen mirar con un cariño protector á los varones de su familia. Pero en los primeros años después de la Verdadera Revolución, los hombres lo pasaron mal.

Además, gentleman, yo, como dice mi padre y otras mujeres intransigentes, tengo un alma de esclava, porque á todas ellas les parece una esclavitud no ser las primeras en cualquier momento y no poder dominar y maltratar al ser que marcha á su lado. A , la libertad á solas, la independencia áspera y egoísta, no me seducen.

¡Qué suplicio! He pagado bien cara mi salvación al precio de esta esclavitud... Apoyó la cara en la mano y se puso á reflexionar dolorosamente. Cuando la doncella fué á anunciar que el almuerzo estaba dispuesto, la encontró en el mismo sitio, con la mirada fija y la boca contraída, repasando en la memoria sus tristes recuerdos.

La alegría de don Marcelo al ver llegar á los suyos fué obscurecida por la presencia de doña Elena. Era Alemania que volvía á su encuentro, el enemigo otra vez en su domicilio. ¿Cuándo podría libertarse de esta esclavitud?... Ella callaba en presencia de su cuñado. Los sucesos recientes parecían desorientarla.

La imagen de su novia americana pasó por su recuerdo con tal intensidad, que hasta creyó verla corporalmente, aspirando su perfume. Pero á continuación cayó en una tristeza desesperada al contemplarse en este país inverosímil, sometido á una esclavitud ridícula, sujeto á los caprichos de una humanidad inferior.

Entre ellos andaban enajenados los ánimos con ciego rencor i enemiga: los unos por verse puestos en esclavitud i miseria: los otros por recibir continuamente i á la sorda daños de los mismos que tenian oprimidos en pesado cautiverio.

Afligido Lebrija con esta accion del inquisidor Deza i temeroso de caer en desgracia de los Reyes Católicos, dirigió al arzobispo de Toledo don frai Francisco Ximenez de Cisneros una breve i elocuentisima Apología contra las acusaciones de sus enemigos, en la cual sin acertar á contenerse prorrumpió en estas voces de dolor é indignacion: «¿Qué es esto? ¿Dónde estamos? ¿Qué tiránica dominacion es esta que tanto oprime los ingenios? ¿No basta, no, que yo cautive mi entendimiento en obsequio de la fe, sino que en materias en que se puede hablar sin ofensa de la piedad cristiana no me es permitido publicar lo que estoi viendo por mis mismos ojos mas claro que la luz de mediodia? ¿Qué digo yo publicar; pero ni aun pensarlo, cuanto mas escribirlo á puerta cerrada i por solo? ¡Terrible cosa es quererme obligar á que yo mismo crea que ignoro lo que me consta con la mayor evidencia i por razones demostrativas, no por conjeturas ó argumentos probables! ¡No puede llegar á mas la esclavitud! »

Y, en efecto, los hombres han inventado mucho y han trabajado rabiosamente para emanciparse de la horrible esclavitud del trabajo. Han creado el Arte, la Ciencia, el papel moneda y hasta algunas enfermedades infecciosas... Claro que los obreros hacen bien en pretender que todo el mundo trabaje. Cuando trabaje todo el mundo, cada hombre trabajará menos, y el dolor de los más será atenuado, pero...

Me apoyé en la baranda y reí viendo la agitación efímera de aquella humanidad subalterna que se consideraba libre y fuerte, mientras allá arriba, en la habitación de un cuarto piso, yo tenía en la mano, en un sobre lacrado, el principio de su flaqueza y de su esclavitud.

Cuanto existe y cuanto ha existido tiene voz y voto en el poema: la voz de la esclavitud, la voz de la libertad, la voz de las ciudades, la voz de los campos, la voz de la iglesia, la voz de la administración, la voz de los colegios electorales, la voz de los tribunales colegiados, la voz de los edificios del Estado, etc., etc.