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En cuanto tuvo junto a a Bonis, le plantó un pie encima, un pie sin zapato, calzado con media de seda. ¡Nene dijo acercándole la cara al oído , apestas a colonia! Y le azotó un tobillo, por encima del pantalón, con el pie descalzo. Bonis se ruborizó no por lo del pie, sino por lo de la colonia; aquel olor era el rastro de su esclavitud doméstica.

El brigadier Rivera, que ostentaba en su pecho los días de besamanos la cruz laureada de San Fernando, gemía en una esclavitud insoportable.

Aquellas bestias rudimentarias que él veía entre los peñascos, y lo mismo que ellas todos los animales del mar y de la tierra, sufrían la esclavitud del medio. Mandaban los muertos sobre ellas porque hacían lo que harían sus descendientes. Pero el hombre no es esclavo del medio: es su colaborador y a veces su dueño.

De la esclavitud del matrimonio iba ella a hacer la libertad de sus apetitos vanos. Cuando vio asegurada la conquista de don Juan, empezó a hacer sus preparativos. Quiso Pipaón que su boda fuese de mucho aparato y bullanga.

Bastan las anteriores citas para que nuestros lectores juzguen de la consideración que tuvieron nuestros antepasados á los infelíces á quienes la fuerza bruta de las armas sumió en las desventuras de la esclavitud.

En aquel comienzo del verano no había más que gentecilla; matrimonios viejos y económicos y jóvenes mamás que aprovechaban de su libertad relativa para gozar de aquel delicioso mes de julio tan a propósito para las vacaciones con sus días interminables. Los niños, sin pensar en su próxima esclavitud, jugaban entusiasmados y se mojaban en los pequeños estanques que hacían con las manos.

No se embarazaron mucho los ánimos de estos al escuchar tales maquinaciones: antes bien resolvieron que los judíos complicados en tamaña traicion fuesen castigados con la pena de esclavitud perpétua para ellos, para sus mujeres i para sus hijos, con la pérdida de sus bienes i con ser esparcidos por todo el reino, poniendo de esta suerte entre unos i otros tierra por medio, i dejándolos en tan bajo i miserable estado que nada pudiesen ejecutar en ofensa del rei, ni de los cristianos.

A lo lejos se oía la voz de éste, gritando con chistosa corrección: ¡Hipócritas! ¡Sepulcros blanqueados! ¿Es esto confojme con el espíritu del Evangelio, canallas? ¡Predicáis la paz y el amoj entre los hombre, y sois los primeros en barrenaj los textos sagrados! ¡Cuándo sacudiremos vuestro yugo, y nos emanciparemos de la esclavitud en que nos tenéis desde hace tantos siglos!

El cuello enflaquecido al trabajoso Yugo de esclavitud amarga puesto, Bien ves que á cuerpo y alma es peligroso; Y mas aquel que tiene presupuesto De dexarse morir, antes que pase Un punto al modo del vivir honesto. Si acaso yo tus obras imitase, Forzoso me seria que al momento En brazos de la hambre me entregase.

Por estas noticias, que sumariamente estractamos de los historiadores Florez y Bravo, podrá formarse el lector una ligera idea de la esclavitud en que vivian antes de Abde-r-rahman I los miserables Cristianos de Córdoba bajo el solo concepto de las capitaciones y tributos.