United States or Eritrea ? Vote for the TOP Country of the Week !


A los dramas de esa época, que se habían conservado tradicionalmente en los repertorios de los teatros, se han añadido otros muchos que habían desaparecido de ellos, y algunas de las comedias inimitables, de Tirso de Molina especialmente, se han puesto otra vez en escena con extraordinario éxito.

De belleza incomparable es la escena, en que, trabajando como esclavo en los jardines reales, ofrece flores á la princesa Fénix, y ambos, en un diálogo lleno de tierno entusiasmo, y bajo el símbolo de las estrellas y de las flores, comparan lo infinito con lo transitorio del mundo real; una escena, que, como dice J. Schulze, «nos arrebata de la tierra, entrelazando todo lo mundano en una corona fúnebre, y llevándonos del vasto cementerio de nuestro planeta, abundante en sepulcros, á la patria eterna de las almasEl Príncipe sucumbe al fin á tantos dolores y sufrimientos, acumulados en su persona; lo vemos en el peldaño más bajo de la humillación; la majestad y hasta la grandeza de su alma parecen extinguirse, y, sin embargo, dura su constancia.

Mientras Guimarán estrechaba la mano enguantada del Provisor, este, sin poder traer su pensamiento a la realidad presente, seguía saboreando la escena de dulcísima reconciliación en que acababa de representar papel tan importante. «¡Ana era suya otra vez, su esclava! ella lo había dicho de rodillas, llorando.... ¡Y aquel proyecto, aquel irrevocable propósito de hacer ver a toda Vetusta en ocasión solemne que la Regenta era sierva de su confesor, que creía en él con fe ciega!...». Al recordar esto, con todos los pormenores de la gran prueba ofrecida por Ana, don Fermín sintió que le temblaban las piernas; era el desfallecimiento de aquel deleite que él llamaba moral, pero que le llegaba a los huesos en forma de soplo caliente.

Así, todo el mundo quiso contemplar la escena y, excepto las señoras, cuyos ojos no eran adecuados para ver esa danza extravagante, saltamos todos á tierra en direccion á la plaza de la aldea. El espectáculo no podia ser mas singular. Habia un ancho espacio, perfectamente limpio, rodeado de barracas, barbacoas de secar pescado, altos cocoteros y arbustos diferentes.

Quilito andaba por allí, como alma en pena, más amarillo y descompuesto que su primo. Testigo de la escena entre Jacinto y Rocchio, vió venir al gigante y huyó, pues lo menos que él deseaba era dar de bruces con su enemigo y sufrir el vapuleo que acababa de ganarse Jacintito.

Oyose por fin el grito sacramental de los empleados. Hasta entonces las gentes de la despedida habían conversado en voz queda, confidencialmente, por parejas: el cercano desenlace pareció reanimarlas, desencantarlas, mudando la escena en un segundo.

Sola Antonieta con el herido, procuró restañar la sangre, pero inútilmente; y habiendo expirado el Duque poco después, oyó ella las voces de reto de Ruperto y acudió a castigarlo y vengarse. A no me vio hasta que me lancé al foso, en persecución de nuestro común enemigo. En aquel instante entraron mis amigos en escena.

La época, el calzón ajustado, pie y brazo acuchillados. Es que no tengo. , tienes dice un compañero, el calzón que te sirvió para Dido. Ya; pero eso debe ser otra época. No importa: le pones cuatro lazos y es eso. Yo saco peluca rubia dice el gracioso. ¿Por qué rubia? No tengo más que rubias; todas las hacen rubias. Bien; así como así la escena es en Francia.

El conde frunció el entrecejo. El doctor dijo vivamente: Si usted hubiese podido venir conmigo, señora, tengo la seguridad de que habría llorado. ¿Es realmente muy conmovedor una duquesa que vende a su hija? ¡Un episodio del mercado de esclavas! Yo diría mejor un episodio de la vida de los mártires. ¡Galante está usted! El doctor contó la escena en la que él había representado un papel.

El vulgo cree que aún vive porque la ve y la toca: ignora que una religión tiene en su vida los siglos por minutos y que pasan generaciones y generaciones entre su defunción y su entierro. Siglos antes de nacer Jesús ya estaba muerto el paganismo. Los poetas de Atenas se burlaban en la escena de los dioses olímpicos, los filósofos los despreciaban.