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Ripamilán gritaba: Señor mío, los deberes sociales están por encima de todo.... El Deán se escandalizó. ¡Oh! ¡oh! dijo eso no, señor Arcipreste... los deberes religiosos... los religiosos... eso es.... Y tomó un polvo de rapé extraído con mal pulso de una caja de nácar. Así solía él terminar los períodos complicados.

El seráfico arcangelillo se asustó al verse solo conmigo en lugar extraño... ¡No les gusta más que la sacristía!... Lloró, rabió, quiso matarse, escandalizó la casa de aquella ilustre doña Mónica a donde la llevé... Jamás me ha pasado otra como esta... ¡Pobre gatita, cómo mayaba! ¡Qué lastimeros ayes! ¡Qué gritos para clamar por su honor!... Nada; es preciso ser fraile o sacristán... En fin, ya está otra vez en su casa, a donde acabo de llevarla sigilosamente, lo mismo que la saqué... Señora doña Inesita, veo que es usted mujer resuelta... Usted se ha echado a la calle con este insigne mancebo... No hay que hacer aspavientos de honor y demás bambolla... La señora condesa me lo ha contado todo esta tarde desde la cruz a la fecha... Ella quería que yo me comprometiese a librarla a usted de su cautiverio, y convine en ello... Pero ustedes lo han sabido arreglar.

No. La vida no ofrece casualidades de tal especie. Esto sólo se ve en el teatro y en los libros. Indicó con un gesto enérgico su voluntad de no recibir al desconocido; pero en el mismo instante se levantó el cortinaje de la puerta, entrando alguien con un aplomo que escandalizó al ayuda de cámara.

Más adelante le contaré. Entramos en el palacio, preguntamos por la duquesa, nos pasaron a una habitación obscura, y después de una hora de espera, que a me duró un siglo, apareció la duquesa, vestida con una bata colorada, a pesar del luto reciente, cosa que me escandalizó.

Mis amos supieron todo cuando llegó a casa la noticia de que Malespina había herido mortalmente a su rival. El escándalo fue grande. La religiosidad de mis amos se escandalizó tanto con aquel hecho, que no pudieron disimular su enojo, y Rosita fue la víctima principal.

Al llegar a los números, Körner se escandalizó sinceramente. Bonis no sabía dividir, y apenas multiplicar.

Todo esto viene acaso de mi ignorancia y de que no el sentido exacto de las palabras; pero lo que veo claramente es que las prácticas religiosas no se usan en París y que el domingo se diferencia poco de los demás días de la semana. Mi padre, sin embargo, es tan bueno, que me permite obrar según mi conciencia, con tal que no le moleste en sus costumbres, lo que es, después de todo, muy natural. ¿Lo creerá usted, señor cura? Lo poco que hago por Dios, discretamente y en silencio, lo hago con más fervor y me proporciona más dulzura por lo mismo que tengo que superar más dificultades. Deseo mucho complacer a mi padre y que me quiera. Piense usted que es el único ser en el mundo a quien puedo consagrar mi vida: ¿qué iba yo a hacer de mi corazón si nadie se cuidase de él?... ¿Lo escandalizo a usted, señor cura? Usted piensa que Dios nos pide ese corazón y esa vida, y que esto es bastante para llenarlos. Pero, se lo ruego a usted, no piense eso. Dios es demasiado grande y yo demasiado pequeña, y necesito intermediarios para elevarme hasta

Entre tanto el novio estudia en Estrasburgo, y acaso hace la córte á otra desgraciada. ¡Qué corazones hay en el mundo! ¿Qué hace esa mujer? Nos preguntaba la lechera. ¿Cómo vuelve á la casa que ella abandonó? ¿Cómo vuelve al pueblo que ella escandalizó con su locura? ¿Cómo escribe á sus padres, á quienes ha causado tanta afrenta y tanto dolor?

Soy una naturaleza móvil y subversiva. Necesito saber que soy independiente en todos los momentos de la existencia. La idea de que el goce que disfruto es un goce impuesto le quita todo su encanto... Pero perdone usted, Carlota, yo no si debo... Siga usted, siga usted; no me escandalizo. El matrimonio no ha tenido nunca para color. Y ya sabe usted que yo soy excesivamente colorista.

Excuso reiterar la veneración que me infundía la tal señora por su competencia en el arte de novelar. Me había dicho repetidas veces que quería inculcarme alguno de sus elevados principios, y con este fin asistía como inexorable juez á la lectura. La buena de la poetisa se escandalizó viendo el giro que yo daba á la acción.