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No creí deber turbar con ninguna palabra el curso de aquella súbita emoción, y alejéme algunos pasos con respeto. Después de un momento, viéndola levantar la frente y con mano distraída arreglar sus sueltos cabellos, me aproximé á ella. ¡Qué avergonzada estoy! murmuró. Esté usted más bien gozosa y renuncie, créamelo, á secar la fuente de esas lágrimas, porque es sagrada.

Ella es una de esas numerosas colonias, cuya fundacion, tanto entre los Incas como entre los conquistadores, solo pudo ser determinada por la sed insaciable del oro.

Pues mira, ni siquiera le pido a Beronic las albricias del descubrimiento, porque esas cosas las he leído infinitas veces en libros de escarmentados.

¡Pero no ven ustedes qué judiada la de esa gente! exclamó Traga-santos escandalizado, dirigiéndose á un grupo de lugareños de ambos sexos que estaban á su lado presenciando aquella sacrílega pedrea. Pues aguarde usted un poco le contestó uno de los lugareños con asentimiento de los demás; que en cuanto acaben de tirar piedras ésas, vamos á empezar nosotros.

Tan profundos eran ya el silencio y la oscuridad, que parecía la media noche. Caminaba por encima de los caballones de la tierra anegada y no por qué me vino a la memoria que otro tiempo en aquellos sitios mismos y en noches semejantes había cazado patos. Oía por encima de mi cabeza el rápido susurro que producen esas aves volando muy de prisa.

Busca por aquí, busca por allá, vio al fin junto a la acera por la parte de la plaza una de esas hendiduras practicadas en el encintado, que se llaman absorbederos en el lenguaje municipal, y que sirven para dar entrada en la alcantarilla al agua de las calles.

Ahora mismo se hallaba en una de esas situaciones difíciles; algunas deudas antiguas las había satisfecho con la paga de Navidad de sus arrendatarios de la huerta, pero necesitaba con urgencia ocho mil reales, pues el invierno exige grandes gastos. Ya que en la familia se habían suavizado antiguas asperezas, a ella tenía que acudir en sus apuros. ¿Y quién era su familia?

Raro era el número de cada uno de ellos que no daba lugar a algunos bastonazos o bofetadas, cuando no a un desafío formal. Sin embargo, en éstos eran más parcos todos. Padrinos se nombraban por un quítame allá esas pajas; pero darse de sablazos o de tiros, ya era otra cosa. La contienda había enardecido los ánimos en la villa.

La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones.

Madrid es uno de los pueblos más fríos de Europa, y lo es por una razón muy sencilla: la de que carece de aparatos de calefacción. En París, como en Berlín, y en Londres como San Petersburgo, ha habido una época en que el clima era sumamente frío; pero, poco a poco, ha ido transformándose artificialmente el clima natural de esas ciudades.