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Nunca le había estorbado aquella infeliz señora, ni en sus trabajos ni en sus vicios. Aunque sus queridas, sus extravagancias en el orden erótico eran conocidas de todo el mundo, D.ª Carmen o las ignoraba o fingía ignorarlas. Sin embargo, la última infidelidad del duque, la relación con la Amparo habíale acarreado disgustos.

La composición además tiene en este caso una singularidad que no tiene ni el idilio erótico de los hebreos ni el de los indios.

En esta compañía figuraba la cómica a quien Lope llama "la loca" en sus cartas, Lucía de Salcedo por su verdadero nombre. Durante su estancia en Valencia estuvo Lope enfermo de mucha gravedad. Agotado el fuego de la exaltación mística que lo había llevado al sacerdocio, vuelve a imponerse su temperamento erótico. Versos y mujeres, ahora como antes, llenan la vida del poeta.

Sin embargo, no hay que engañarse: creo que me sentía más erótico que religioso. No se pasaron muchos minutos sin que la monja portera abriese de nuevo, diciendo con el mismo acento extranjero y tono imperativo: La misa va a empezar. Venga usted. Y la seguí con la sumisión de antes, como un colegial a quien llevan a encerrar.

De pronto lució en el altar mayor la vislumbre de oro y colores de una casulla de tisú; quedó el concurso en mayor silencio; las damas abrieron sus libros con las enguantadas manos, y a un tiempo murmuró el sacerdote Introito y rompió en sonoro acorde la charanga, haciendo oír las profanas notas de Traviatta, cabalmente los compases ardientes y febriles del dúo erótico del primer acto.

Todas las columnas, rojas ó amarillas, tenían capiteles de diversos colores. Predominaba en los muros el negro charolado con el rojo y el ámbar, ocupando su centro un pequeño cuadro, las más de las veces erótico. En los frisos cabalgaban amores y tritones entre emblemas campestres y marítimos.

Prescribe Horacio que no se hagan ciertas cosas delante del pueblo: Nec filias coram populo Medea trucidet: y lo que Horacio prescribe para lo trágico debe aplicarse á lo erótico también. No conviene introducir al pueblo en la alcoba ni imitar al rey de Lidia con Giges. Contra esto peca usted, no pasando de ligero, sino deteniéndose en pormenores con exceso de morosa delectación.